Desde Madrid, la artista Camila Pérez compone, produce y da forma a un nuevo disco que planea lanzar el próximo año. La cantautora ecuatoriana atraviesa una etapa de madurez personal y creativa, resultado de años de estudio, mudanzas y decisiones que la llevaron a redefinir su camino en la música y a experimentar su lado creativo a tope.
Su más reciente lanzamiento, Villana, nació durante una ruptura sentimental. “Tenía ese concepto en la cabeza desde hace tiempo”, cuenta. “Surgió de la necesidad de aceptar que para poder soltar tenía que estar en paz con la idea de ser la villana en su historia”, agrega. El tema se convirtió en un desahogo emocional y en el punto de partida del disco que está a nada de culminar.
Sin embargo, ella ve la vida desde otra perspectiva: “Siempre me ha interesado escribir desde el lado del antihéroe. En la vida real nadie es completamente bueno o malo; todos tenemos motivos. Me parece más honesto crear desde ahí”.
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Aunque el título generó curiosidad, lo que más llamó la atención fue el sonido. Villana tiene elementos de bachata. “Nunca imaginé grabar algo así. No soy muy cercana a ese género, pero la canción me llevó por ese camino”, admite.
Todo sobre su nuevo álbum
Camila trabaja con el productor venezolano Carlos Quintero, a quien conoció en Madrid: “Ha sido increíble. Él ha trabajado con Celia Cruz, Franco de Vita y Chenoa. Me ha enseñado mucho y me ha hecho confiar más en el proceso”.
El disco, ya casi grabado, retrata un momento de introspección. “Habla de soltar, de entenderse, de perdonarse. Es distinto a lo que hice antes. Es más personal, es un viaje de transformación, misticismo, excentricidad e intuición femenina”, apunta.
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Agrega: “Es una metamorfosis sonora y emocional que explora los límites entre lo terrenal y lo espiritual: la mente y el cuerpo, el amor y el desengaño, la luz y la sombra en búsqueda del equilibrio. Cada canción funciona como un ritual de liberación, un hechizo o una confesión íntima”.
Sin adelantar título ni fecha, asegura que saldrá en 2026 y que espera presentarlo tanto en España como en Ecuador: “Quiero tocarlo en vivo. Estoy planeando una gira para el 2026 por lo que sin duda habrá conciertos tanto dentro como fuera de Ecuador”.
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Su camino hacia la música
Antes de dedicarse a la música pensó en estudiar psicología criminal. “Siempre me interesó entender la mente humana”, recuerda. “Pero en un retiro en Cuenca entendí que toda mi vida había sido música, solo que no me lo tomaba en serio”, expresa.
Estudió música contemporánea en Quito y Guayaquil. Más tarde viajó a Barcelona para obtener una maestría en Interpretación de Jazz y después se mudó a Madrid para formarse en producción musical. En esa etapa recibió una beca de Sony Music Publishing y Mercader Lab, a los mejores proyectos del programa.
“Ganamos dos ecuatorianos. Fue un impulso enorme para seguir creando”, dice. Durante sus estudios en Barcelona conoció al productor Antonio Escobar, responsable del álbum Mariposa azul, de Luz Pinos. “Luz me inspiró mucho. Me hizo creer que era posible hacer un disco independiente”, sostiene. Con su apoyo grabó su primer álbum, financiado por crowdfunding y publicado en 2019.
Sin miedo al cambio, en los últimos años, Camila ha vivido entre ciudades y estudios: “Me he mudado unas quince veces en seis años. Antes me daba miedo, ahora no. Cada lugar me ha enseñado algo”. Aunque vive en Madrid, su conexión con Ecuador sigue intacta: “Extraño a mi familia, pero aprendí que no hay que tener una carrera atada a un solo sitio. Mi público está en varios países. Lo importante es moverse”.
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Su trabajo es completamente autogestionado. “Financiar los proyectos no siempre es fácil, pero me gusta tener el control creativo. No busco fama ni premios, busco estabilidad. Mi sueño es vivir de la música y seguir produciendo”, admite.
Camila ha publicado más de 20 canciones y colaborado con artistas como Ceci Juno, Luz Pinos, Dicapo y la colombiana Marta Gómez, con quien compartió escenario en el Café Berlín de Madrid. Entre sus referentes menciona a Nathy Peluso, Kimbra, Stromae, El Kanka y Vicente García.
“Me gustan los artistas impredecibles, los que exploran. Yo también disfruto hacerlo”, afirma. De sus presentaciones, recuerda especialmente la de Guayaquil: “Fue sold out. Estaba enferma, con la garganta mal, pero ver al público emocionado fue una de las mejores sensaciones. Ahí entendí otra vez que elegí bien”.
Este nuevo proyecto vendrá a mostrar algo distinto. “Ya no hago música para que me entiendan, la hago porque la necesito. Si alguien se identifica, es un regalo”, confiesa.
Tras años de estudios y viajes, Camila ha encontrado su rumbo. “Mi arte es lo más importante. Contar mi historia desde la honestidad es lo que me mantiene en movimiento”, finaliza. (E)



















