Los cementerios también son en algunas ciudades y países puntos turísticos. Pero si sumamos que solo sea para reyes y además un enorme monasterio-palacio, en una localidad con naturaleza alrededor, con una población con todo lo necesario y que tenga una buena vista, podría decir que se vuelve un punto muy interesante. Eso es el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

El recinto del monasterio tiene un bosque.

Aquí yacen los restos de monarcas españoles desde el siglo XVI. Está ubicado en la ladera del monte Abantos, a 1.028 metros, en la sierra del Guadarrama, y desde el 2 de noviembre de 1984 forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad.

Nació como un monasterio de monjes de la Orden de San Jerónimo para tener los restos del emperador Carlos I. Pero en el mismo siglo se fueron añadiendo espacios –especialmente por intención de Felipe II, hijo de Carlos V– y terminó siendo un monasterio en manos de la Orden de San Jerónimo –actualmente en las manos de la Orden de San Agustín–, con una basílica –cuyo altar mayor te deja sorprendido, sin olvidar el hermoso órgano que se conserva–, el panteón de reyes, una casa real (y también alas de un palacio) jardines –junto a un hermoso y caminable bosque en donde está la llamada Casita del Príncipe–, el patio de reyes, la sala de batallas y una biblioteca que conserva libros del renacimiento y llena de vistosidad los ojos por su disposición y sus frescos en el techo –es muy bella–.

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Altar mayor de la basílica del monasterio.

La entrada cuesta 14 euros –con un costo adicional si se quiere incluir diferentes tipos de guía– y cuando entras puedes pasar horas caminando, entrando de una habitación a otra, recorriendo sus pasillos y patios, subiendo y bajando escaleras. Lo hice por casi tres horas y a una velocidad no lenta que digamos –no quedaba mucho tiempo antes de su cierre a las 19:00– y creo que no me detuve lo suficiente para admirar varias, muchas, de las cosas que tiene.

Y es que además del valor histórico, arquitectónico, religioso, tiene salas llenas de obras de arte en las que puedes ver obras como La última cena de Tiziano o El martirio de san Mauricio y la Legión Tebana de El Gréco, entre muchos otros (Rubens, Velázquez, Durero) que forman una gran pinacoteca digna de visitar en este sitio a solo una hora de Madrid.

La biblioteca tiene una bóveda de 54 metros.

Si eres de los que no se aburren –como lastimosamente lo hacen muchos– viendo arte –sin necesidad de ser un experto (muy pocos lo son), bastaría con detenerte a apreciarlo–, es como visitar un hermoso museo que al mismo tiempo es un sitio histórico. Luego de pasar previamente por los museos de El Prado y el Thyssen-Bornemisza en Madrid –me quedó pendiente el Reina Sofía– llegar a este lugar se siente como un complemento perfecto.

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Pero recordando su principal objetivo, bajé hasta el Panteón de los Infantes, donde están los sepulcros de muchos parientes de la familia real española que fallecieron en diferentes siglos y edades, cuyas cámaras sirven de antesala hasta llegar al Panteón de Reyes, una cámara circular donde descansan los restos (en urnas, tras haberse consumido previamente, según explican, en el Pudridero, un sitio adjunto donde pasan los cuerpos entre 25 y 30 años antes de ir a la cámara final).

Cripta real. Foto tomada de patrimonionacional.es

En ocho secciones verticales, con cuatro ataúdes cada una, están dispuestos todos los reyes desde Carlos V (con excepción de Felipe V y Fernando VI) hasta Alfonso XIII. Frente a ellos se encuentran esposas (y el esposo de Isabel II) de los monarcas, bajo la condición de haber sido madre de rey también. Además está Juan de Borbón, a quien el dictador Francisco Franco no lo dejó coronarse, para mantener todo el control.

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Como datos de color, aquí está el que quizá sea el más conocido en Ecuador porque se lo menciona mucho desde la escuela, Fernando VII, quien era rey en la etapa de la independencia. Adicionalmente, la cripta está completa, no hay espacios para los aún vivos reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía, y los reyes actuales Felipe VI y Leticia. Se ha hablado de ampliar el lugar, pero nada está dicho aún. Aunque ya la reina Sofía, quien no ha llevado un matrimonio feliz, ha dicho que no quiere que sea su última morada.

A pocos pasos hay una zona de restaurantes.

Y como punto final, al salir de este hermoso sitio, a pocos pasos está la ciudad, por lo que se puede disfrutar de los restaurantes y cafés cercanos, para recuperar energía de la larga caminata.