Wim van den Heev nunca se rindió. Cada madrugada instalaba sus cámaras en el recorrido de las hienas pardas que había calculado durante una década de observaciones. Aunque logró algunas imágenes de estos escurridizos animales no estaban a la altura de lo que buscaba. Siguió insistiendo. Una noche una hiena parda apareció justo donde él la había imaginado.