Para evocar a personajes que laboraron y aportaron en el desarrollo de Guayaquil, autoridades de la ciudad plasmaron sus nombres en diferentes calles o unidades educativas.

El guayaquileño Clemente Ballén y Millán fue un importante comerciante y diplomático del siglo XIX. Nació el 19 de marzo de 1828, en el hogar formado por Clemente Ballén de Guzmán y Soler y de María de Jesús Millán y Macías.

Según reseñas del historiador Efrén Avilés Pino, sus estudios primarios los realizó con el doctor Teodoro Maldonado, mientras que cursó la secundaria en el colegio Seminario.

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Ballén se dedicó al comercio y las actividades bancarias. Además perteneció al Cuerpo de Bomberos de Guayaquil.

En 1865 fue designado comandante de la compañía Salamandra, recién fundada. En su labor al mando de esta dependencia bomberil compró equipos para apagar incendios. Ballén estuvo tres años en ese puesto, hasta que viajó a París, en Francia, hacia 1869.

Desde que se estableció en ese país europeo atendió a los ecuatorianos que vivían en París. Por su servicio a sus compatriotas en 1875 Ballén fue nombrado cónsul general del Ecuador en Francia, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento, el 18 de julio de 1893.

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En 1891 su nombre fue propuesto para la Presidencia del Ecuador. Ballén se negó a participar para esa dignidad, resaltó el historiador Avilés.

Calle guayaquileña

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La calle Clemente Ballén tiene una participación importante dentro del trazado de la denominada Ciudad Nueva, en el siglo XVII. Según el investigador Javier Castillo, esta vía conformaba el límite norte de la plaza Mayor (actual parque Seminario), que sirvió como base para el diseño del resto de manzanas en esta nueva área.

Pero antes de su actual denominación, esta calle porteña ha tenido varios nombres.

En el plano de Manuel Villavicencio, de 1858, aparece con el nombre de calle del Colegio. Para 1881, en el plano de Millet, es llamada calle de San Vicente, pues dicho colegio (actual Vicente Rocafuerte) estaba ubicado en esa vía y su intersección con la calle de la Caridad (actualmente Chile).

Castillo explicó que por un corto tiempo esta calle fue conocida como ‘de la Aduana’, debido a que allí se ubicaron depósitos de dicha dependencia. “Antiguamente las calles eran bautizadas por edificaciones de importancia que se ubicaran a sus lados”, manifestó.

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Los almacenes de la Aduana se ubicaban en dicha calle entre Pichincha y Pedro Carbo.

Ante el fallecimiento de Clemente Ballén, en 1893, el Concejo Cantonal decidió ponerle su nombre a esta calle guayaquileña en su honor.

Luego del incendio grande que afectó gran parte de Guayaquil en octubre de 1896, se inició la reconstrucción de la ciudad. Asimismo, la reconformación y supresión de varias calles según el proyecto presentado al Concejo por parte del ingeniero Gastón Thoret.

“En dicho proyecto se planteaba transformar la calle Clemente Ballén en una alameda (calle de 22 metros de ancho con un área verde central) desde Malecón hasta Boyacá. Dicha idea no prosperó porque el jefe Político puso objeciones a esa idea aduciendo que la plaza Bolívar perdería simetría al ensanchar dicha calle”, explicó el investigador Castillo.

Finalmente, esta calle solo quedó como alameda entre Pichincha y Chile, mientras que de Chile a Boyacá se estableció como calle ancha.

En el plano de Francisco J. Landín, en 1909, esta vía pasó a llamarse calle 13.ª, cuando se intentó utilizar una nomenclatura numérica en la ciudad. Pero este plan no prosperó.

En la actualidad, esta calle acoge espacios emblemáticos de Guayaquil. Una de ellas es la Catedral metropolitana, templo católico tradicional.

La Plaza de la Administración, en la que reposa el monumento a la Fragua de Vulcano, en homenaje a la Revolución Octubrina de 1820 también se encuentra en esta vía.

El Mercado Central es otro de los sitios que se encuentran sobre Clemente Ballén, vía que también se caracteriza por aglomerar locales comerciales que expenden adornos de cerámica para bautizos, matrimonios, misas de réquiem. (I)