“No había ninguna clínica ni hospital donde ingresarnos ni tampoco queríamos ir porque nos daba mucho miedo y no teníamos cómo dejar a nuestros hijos. Por lo que tomé e hice todo lo que me dijeron, desde infusiones calientes, lo más caliente, ajo, eucalipto, limón, nos pusimos mentol. Hacíamos ollas y ollas de té, porque todos tomamos eso”, explicó Éricka Moreno, guayaquileña de 40 años que sufrió todos los estragos del COVID-19 postrada en su casa. Su esposo, Freddy López, y sus dos hijos adolescentes fueron quienes la asistieron y en familia lograron sobrevivir al virus.