El turismo y comercio que se esparcen alrededor de los casi 2,5 kilómetros de extensión de la avenida Malecón Simón Bolívar la ha convertido en sitio referente de Guayaquil. Justamente el Malecón, remodelado en 1999 y edificios emblemáticos, como la Torre Morisca, el Palacio Municipal, la Gobernación o la Previsora atraen a visitantes.
Por la pandemia del COVID-19, el flujo de visitantes y vehículos que transitaban a diario disminuyó considerablemente, pero paulatinamente esta vía intenta retomar el dinamismo que la caracteriza.
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Desde los primeros años de Guayaquil, este tramo ha sido sinónimo de comercio. En el año 1563, el capitán Andrés Contero dispuso el relleno de un pequeño estero que entraba a la altura del actual Museo del Bombero, en la Planchada; y luego la construcción de una pequeña calle aledaña al río, que tiempo después se extendió hasta el estero Villamar, señala la publicación Monumentos, Plazas y Parques de Guayaquil, de autoría de Efrén Avilés y Melvin Hoyos.
En esa época, los muelles y embarcadores que se construyeron a lo largo de la pequeña calle de la Orilla generaron el incremento de la actividad comercial de Guayaquil, aprovechando la transportación fluvial por los ríos Daule, Babahoyo y Guayas. En estos muelles ingresaban y salían productos que eran comercializados con las costas de Tumbes y poblaciones aledañas.
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Según el texto Descripción de las Indias, del fray Reginaldo de Lizárraga, escrito entre los años 1560 y 1602, la calle de la Orilla estaba enlazada con el comercio que se desarrollaba en “la ribera de un río grande y caudaloso”. En 1693, la Ciudad Nueva pasó al sector conocido como La Sabaneta. La calle de la Orilla se extendió sobre los cinco esteros: Villamar, Junco, Morillo, Campos, Lázaro.
Para 1711, la calle de la Orilla se iniciaba desde el estero Villamar y culminaba en el malecón de estacas, frente al actual Palacio Municipal; en el sitio se había establecido un astillero primitivo de barcas, con covachuelas, maderas, ramadas, barracas. Dieciséis años después un incendio asoló todo el malecón.
Entre 1741 y 1762 se edificaron fuertes militares, muelles y barcos en los astilleros reconstruidos por el incendio para combatir el constante asedio de los piratas. Para finales del siglo XVIII, la calle de la Orilla se extendía hacia el norte desde La Planchada hasta el sector El Conchero, en el sur, actual calle 10 de Agosto.
Según actas del cabildo local de 1801, el primer amuramiento comprendía desde la Aduana (calle Aguirre) hasta la Administración de Aguardiente (calle Sucre). En años posteriores, el malecón tenía un estilo propio que la diferenciaba de otras en América. En el texto Narración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en Sudamérica, de William Bennet, se lo describe.
“La extensa hilera de casas a orillas del río presentaba dos filas de luces, una procedente de las tiendas y la otra de los altos donde viven los habitantes: en contados lugares aparecían tres hileras cuyas casas tenían un piso entre las tiendas y las habitaciones. Al final de esta línea de luces una sobre otra se levantaban las casas de Ciudad Vieja, y las balsas ancladas o que surcaban el río con sus luces a bordo formaban en conjunto una muy deslumbradora, pero placentera perspectiva”, refirió en la publicación.
A lo largo de la calle de la Orilla se vivieron momentos relevantes en la gesta emancipadora del 9 de Octubre de 1820. En el año 1842, el gobernador Vicente Rocafuerte apostó por el desarrollo del malecón, y ordenó remodelarlo.
Bajo ordenanza municipal del 7 de agosto de 1936, el malecón pasó a denominarse Simón Bolívar, limitado por la plaza Colón, en el norte, y la avenida Olmedo, en el sur. (I)