El sacerdote se levanta a las cuatro de la mañana cuando tiene que dar misa temprano, toma un café y disfruta de un momento de paz mientras sus hijos duermen en habitaciones llenas de animales de peluche, muñecas de Sesame Street y cuadros de santos. Después se despide de su esposa con un beso y se encamina en auto, por calles desiertas, a su parroquia.