“Me siento muy bien haciéndome atender aquí, me tratan con cariño y es una ayuda muy grande porque yo mantengo sola a mis hijos y no me alcanza el dinero”, dice Teresa Lozano, mientras espera su turno para pasar a la consulta en el dispensario de la parroquia Santa Teresita.

Ella acude a este sitio desde hace cuatro años, en horarios de martes o jueves, desde las 09:00 hasta las 13:00. Pagando un valor simbólico accede a un chequeo general que, acorde con el diagnóstico la deriva a dos centros médicos con los que mantienen un convenio: Cefas, en el km 12,5 de la vía a Samborondón, y el del Cuerpo Consular de Damas que está en Durán; y ahí mismo adquiere sus medicinas.

El dispensario es una de las cinco comisiones de ayuda social de las que se encarga la parroquia Santa Teresita, que es la más antigua y representativa de La Puntilla.

Publicidad

Asimismo, la parroquia que aún está en etapa de construcción, llamada San Miguel Febres-Cordero, que estará en el interior del corredor de ingreso al complejo residencial Ciudad Celeste, en el km 9,5; y la iglesia rectoral San Josemaría Escrivá, realizan diferentes proyectos de ayuda social que dan atención a personas enfermas, de escasos recursos, inmigrantes, niños con VIH, a través de donaciones y actividades de autogestión que les permite generar fondos.

Santa Teresita Ayuda comenzó sus labores en el 2003 de la mano de un grupo de 40 voluntarias. En general estas comisiones cubren necesidades de alimentación, vestimenta, educación y formación espiritual. Por ejemplo, la de alimentos se encarga de entregar una canasta básica a unas 200 familias de escasos recursos una vez al mes que se arman con productos donados y algunos comprados con el dinero recaudado en los pulgueros que se realizan en la comisión ropero, cada quince días.

Crecer Juntos y Misión Niños se fusionaron para convertirse en una sola comisión. Esta consiste en ayudar a niños con VIH que son derivados del Hospital de Infectología, a quienes les entregan una canasta de alimentos al mes, vitaminas y ropa. Además, se da catequesis al niño con su familia, todos los sábados.

Publicidad

La parroquia San Miguel Febres-Cordero, llamada popularmente Santo Hermano Miguel, también tiene una labor con niños en la que participa un voluntariado de jóvenes de entre 18 y 25 años, de algunas universidades, principalmente de la UEES y la Espol, y se realiza en el recinto Sabanilla.

El hermano Mauricio Jordán, miembro de esta parroquia, explica que la labor consiste en inculcar valores como la gratitud, responsabilidad, honestidad, entre otros, a niños que tienen de cinco a doce años, de una forma didáctica, con juegos, cantos católicos, coreografías, etcétera.

Publicidad

Las visitas al recinto se realizan desde junio de este año, dos veces al mes. “Dependiendo de la fecha en la que vayamos hacemos trabajos comunitarios integrando a los habitantes, como la limpieza del coliseo del sitio en el que hacemos nuestras actividades, elaboración de manualidades, entre otras cosas”, cuenta. Además, un grupo de señoras voluntarias asiste los martes a rezar el rosario y a dar charlas formativas.

Cuenta el hermano que los voluntarios llevan el material que se necesita para cada actividad y usan sus propios vehículos para el traslado. Para empezar el proyecto se hizo una campaña para recaudar fondos, en enero, con una venta de hamburguesas, y en noviembre se realizará algo similar para aumentar los fondos.

La guardería Gracias María, construida hace 26 años, es otra de las comisiones de Santa Teresita. Aquí reciben unos 50 niños, en su mayoría hijos de señoras que trabajan como empleadas domésticas en las urbanizaciones del sector y no tienen con quien dejar a sus hijos, por un valor de $ 45 al mes.

La guardería funciona de lunes a viernes, de 07:30 a 16:30, periodo en el que los niños reciben desayuno, almuerzo y snack, sumado a actividades didácticas con maestras parvularias certificadas.

Publicidad

“Yo trabajo limpiando casas y se me hacía difícil dejar a mi hija para salir a trabajar. Al principio me la cuidaban familiares, ahora la dejo en la guardería y estoy tranquila porque sé que está bien y segura”, dice Jazmín García.

Acompañamiento
“Salí hace seis meses de Venezuela, vine sin conocer a nadie más que a mis hijos que estaban aquí y la compañía de este grupo me ha hecho sentir como en casa, uno se olvida de los problemas, más que una ayuda material es una terapia que sana el alma”, así es como Beatriz Borges describe el ambiente de la reunión que todos los jueves se da en la iglesia San Josemaría Escrivá, entre un grupo de voluntarias que ayuda a mujeres venezolanas.

Mientras una separa las hojas secas del choclo, otra corta espumafón, y otra les da forma de angelitos colgantes, la voluntaria Rosario Caride cuenta que en las reuniones se hacen manualidades como estas, algunas llevan dulces típicos y bordados para vender en ese momento a quien llegue a la iglesia; todo en un ambiente de risas y compañerismo.

Asimismo, cuenta el padre de esta iglesia, José Marroquín, que desde hace un año otro grupo de voluntarias visita, una vez al mes, a mujeres privadas de la libertad, las acompañan, les llevan cosas para leer, manualidades y las hacen pasar una tarde diferente.

El proyecto Nuevo Amanecer es el más representativo actualmente para esta iglesia. Consiste en la construcción de la segunda fase de la parroquia Beato Álvaro del Portillo, en Socio Vivienda I y II.

La obra se realiza con el dinero recaudado de un megapulguero que realizaron estudiantes del Delta, institución que colabora con este proyecto, que fue hace un año más o menos, cuando empezó la construcción. También reciben donaciones de dinero o materiales de construcción de empresas privadas. Marroquín cuenta que la iniciativa surge a petición del sacerdote encargado de dicha parroquia, quien posterior a la venida del papa Francisco, en julio del 2015, oficiaba las misas en el lugar utilizando una estructura metálica que se usó en la ceremonia que dio el papa en parque Samanes. Esta obra beneficiará a los más de 600 habitantes que residen en esta zona. (F)

Uno tiene que ser valiente para vincularse con esta labor porque a veces las situaciones que se conocen generan una pena profunda y uno se desespera por ayudar más.Patricia Caamaño, voluntaria de Santa Teresita