La morada de Víctor Pacheco, de 69 años, tiene por techo un paso a desnivel y de piso el cemento de la calle. Ahí desde hace cuatro años ve pasar el invierno y el verano de la ciudad, duerme y se alimenta cuando puede y solo espera que le llegue la muerte y alguien entierre su cuerpo.

Él vive debajo del paso ubicado en la avenida del Bombero, en el kilómetro 4.5 de la vía a la costa. Es guayaquileño y cuenta que desde hace más de 25 años la calle ha sido su residencia.

Apenas sabe leer y escribir, lo aprendió en la escuela, según dice, y de la que apenas se acuerda. De sus padres recuerda poco y no sabe qué será de ellos. Cuenta que tiene unos hermanos que viven en Estados Unidos, pero que nunca se ha vuelto a comunicar con ellos y desconoce si sabrán que él vive en la calle.

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Debajo del puente tiene la base de una cama de plaza y media que alguien le regaló, sobre la que ha colocado un colchón de dos plazas. En los amarres del paso a desnivel ha colocado unos cordeles en los que pone a secar las dos sobrecamas que tiene y la poca ropa que usa y le han regalado personas caritativas.

Cuenta que ahí nadie lo molesta porque las personas de los alrededores lo conocen. También que empleados de la estación de bomberos, que está a pocos pasos, le tienden la mano cuando lo necesita y ven que no le pase nada malo.

Víctor dice que aunque vive en la calle, él cuida de que esté limpia el área que ocupa y también su cuerpo, el que asea a diario con el agua que toma de un balde.

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También cocina en un pequeño fogón de carbón que ha puesto debajo de una de las vigas del paso a desnivel. “Yo me preparo lo que puedo y como cuando hay”, dice con su voz ronca y pausada.

Cuando no duerme o camina por los alrededores, riega las jardineras públicas que están cerca, porque le gustan las plantas.

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El guayaquileño cuenta que hay personas que lo ven y se acercan a saludarlo y le regalan algo de dinero o comida, pero que eso no es siempre. “Me gusta estar aquí y solo quiero que alguien me ayude con medicinas porque soy diabético. También con algo de alimento, nada más”, dice con pesar, mientras se arropa para tomar una siesta. (I)