Evitar discusiones y/u optar por mantenerse al margen de una situación conflictiva, mucho menos propiciándola ni mediando para calmar las agitadas aguas ni opinando, es un rasgo que a la luz de la psicología no pasa inadvertido. ¿Qué se oculta en esa acción?
Si lo que sucede es que la persona prefiere abrazar el silencio ante un conflicto de manera puntual esa actitud “no tiene por qué ser mala, al contrario, puede denotar capacidad de control y de regulación de la frustración”, dicen profesionales.
Pero si se hace práctica habitual es motivo de estudio.
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Para el psicólogo Juan Ignacio Sanz, permanecer callados para dar la espalda al conflicto es típico del ‘patrón de evitación’ que se esconde tras alguien que se mantiene callado siempre ante los problemas, explica a 20 Minutos.
“Este tipo de personas buscan alejarse también de las emociones o sentimientos dolorosos que esos enfrentamientos puedan provocar”, observa el especialista.
Sobre el porqué prefiere callar para evitar la confrontación señala Sanz: “Puede haber una estrategia para no tener que vivir o sentir el dolor, porque no se sienten capaces de asumir las consecuencias”.
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Por qué callar
Puede haber miedo ante la posibilidad de perder el vínculo afectivo con la persona ante la que se decide guardar silencio.
Señala el psicólogo Sanz que “cuando tenemos sentimientos de inseguridad o una mala autoimagen, también se suele dar esta respuesta de ‘no conflicto’, por miedo a no tener la razón, equivocarme o hacer el ridículo”.
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Solo encerrándose en el silencio para algunos puede representar protección y evitar mostrarse vulnerable, explica Sanz.
3 motivos para guardar silencio y no ser conflictivos
¿Qué pueden llevar a las personas a no reaccionar ante situaciones en las que deberían poner límites?
Eso lo analiza a 20 Minutos el psicólogo y escritor Buenaventura del Charco Olea
1) Hay quienes pueden “haber interiorizado la sensación de que su dolor no es importante. Esto lo podemos ver en muchas personas que son capaces de defender a otros y alzar la voz por causas diversas, pero no por sí mismos”.
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La consecuencia aquí, alerta el psicólogo, es “una bajísima autoestima”.
2) Puede ser el caso de aquellos (as) que están “desconectados emocionalmente” y haya bloqueo por traumas del pasado. Esto “les impide reaccionar ante lo que pasa”.
3) Detalla Buenaventura del Charco que “quien calla lo hace porque, aunque sabe que puede defenderse, considera que si lo hace abiertamente hay un trasfondo malvado”.
Eso quiere decir que “la persona altamente culposa identifica la rabia como algo perverso y no como una emoción que aparece para dejar que nos defendamos”.
Cita el experto a Nathaniel Branden, quien ha investigado sobre cómo esa rabia que no expulsamos fuera, se convierte en una rabia hacia nosotros mismos, en forma de culpa.
“Debemos aprender a decir que no sin tanto drama”: psicólogo clínico especializado en fobias
Alerta que situaciones así desembocan en un “un círculo vicioso que se retroalimenta: no me defiendo, me siento más culpable… luego me defiendo menos aún para evitarlo”.
Aversión al conflicto
Quien ha convivido en familias o en círculos donde se respiraba mucha agresividad o incluso violencia “es candidato a poder desarrollar alta aversión al conflicto”, destacan psicólogos al citado medio español.
¿Por qué sucede eso? Explican que pasa porque aquellos conflictos constantes “les hacen vulnerables, inseguros, con miedo a que les hagan daño tanto físico como emocional”. (I)