Los científicos llevaban años frustrados por un misterio que en un principio parecía simple. Y es que el hongo Candida albicans, responsable de millones de infecciones vaginales y bucales cada año, se comportaba como un ángel en el laboratorio pero como un demonio dentro del cuerpo humano.
Cuando los investigadores intentaban estudiar muestras tomadas directamente de infecciones reales, el patógeno perdía su agresividad y actuaba de manera inofensiva bajo el microscopio. Era como si supiera que lo estaban observando y decidiera fingir buena conducta, reseña Science Alert.
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¿Por qué es un hongo peligroso?
La respuesta a este enigma llegó desde un laboratorio alemán, donde los científicos descubrieron que la albúmina, la proteína más abundante en el plasma sanguíneo humano, funciona como un interruptor que transforma al hongo de inquilino pacífico en invasor letal.
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Sophia Hitzler y Candela Fernández-Fernández del Instituto Leibniz, reseñadas por el medio citado, demostraron que incluso cuando eliminaban todos los genes de virulencia del Candida albicans, la presencia de albúmina humana lograba restaurar su toxicidad y permitía que volviera a dañar las células de la piel.
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El hongo, además de recuperar su capacidad destructiva, también aceleraba su crecimiento y formaba biofilms densos, una estrategia clásica de los patógenos más peligrosos.
Este descubrimiento podría revolucionar la forma en que se estudian las infecciones fúngicas, un campo que la Organización Mundial de la Salud considera prioritario dado que el Candida albicans figura entre los hongos más peligrosos del mundo.
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La investigación expone que los científicos han estado trabajando con una versión “domesticada” del hongo en sus laboratorios, lo que explica por qué muchos tratamientos fallan en la práctica clínica.
Como explica Fernández-Fernández, el hongo no necesita producir grandes cantidades de toxinas para causar infección; simplemente se adapta a las condiciones que encuentra y aprovecha las señales que recibe del huésped humano.
(I)
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