Una madre que dedicó 18 años de su vida a las tareas del hogar, encontró un nuevo rumbo cuando decidió apoyar el sueño artístico de su hijo, quien apenas con 7 años, pidió tomar clases de baile luego de ver a su hermana practicar.
Con el tiempo, el ballet se volvió su pasión y, a los 14 años, ya interpretaba personajes complejos, demostrando que no era solo un pasatiempo, pues quería ser profesional.
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Este descubrimiento trajo consigo una preocupación inevitable: ¿cómo podría costear una formación tan exigente? La familia educaba a los hijos en casa y. al investigar el mundo del ballet, entendió que programas intensivos y academias requerían apoyo económico, además de enviar a menores lejos de su hogar.
Este desafío incrementó cuando su hijo obtuvo una beca a los 17 años, pues aunque era una oportunidad, aun quedaban gastos importantes por cubrir, reseña Business Insider.
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Cumplir el sueño de su hijo la llevó a encontrarse con el suyo
Según relata Marion Ruybalid, la situación la hizo plantearse volver al mercado laboral sin descuidar la educación de sus 10 hijos: como su esposo trabajaba desde casa y los mayores ya tenían rutinas establecidas, vio posible mezclar las responsabilidades con un empleo a medio tiempo, aunque extrañaría su vida como ama de casa, la necesidad de apoyar el sueño de su hijo la impulsó a intentarlo.
Su currículum registraba experiencia previa en guarderías, pequeñas empresas y un departamento hospitalario, por lo que empezó a buscar entre las universidades locales. Su esposo encontró una vacante en su alma máter y la animó a postularse. Gracias a su sensibilidad hacia la diversidad estudiantil y sus habilidades administrativas, la candidatura encajaba. Dos entrevistas después, el empleo era suyo.
Desde el primer día, encontró que su experiencia maternal era una ventaja inesperada. La organización, la planificación y la capacidad de adaptarse a múltiples demandas -que desarrolló criando a sus hijos- se trasladaron naturalmente a su entorno laboral. Incluso su crecimiento social como madre le permitió relacionarse mejor y colaborar con distintos departamentos.
Lo que comenzó como un esfuerzo para costear el sueño de su hijo pasó a revelar sus propios anhelos. 18 años luego de dejar un trabajo formal, encontró en el campus universitario un espacio que la inspira, la reta y la impulsa a fijarse nuevas metas.
(I)