Las aguas del Pacífico Norte, frente a California, pierden su banda sonora natural. Durante seis años de monitoreo, los científicos registraron una disminución del 40% en los cantos de las ballenas azules, un fenómeno que deja en evidencia el deterioro del ecosistema marino tras una devastadora ola de calor oceánica.

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La investigación, publicada en Public Library of Science y reseñada por The New York Post, analizó las vocalizaciones de tres especies de ballenas azules. Usaron hidrófonos submarinos y el resultado reveló que tanto las ballenas azules como las de aleta redujeron su actividad vocal después de 2017.

Redujeron su actividad vocal después de 2017. Foto: Freepik

¿Por qué las ballenas ya no emiten sonido?

El silencio, como explica el medio citado, comenzó con “The Blob”, una masa de agua caliente que viajó desde el Mar de Bering hasta las costas occidentales de Estados Unidos entre 2013 y 2016.

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Esta anomalía térmica elevó la temperatura del océano 4.5 grados por encima del promedio y se extendió por dos mil millas del Pacífico, lo que provocó condiciones perfectas para una proliferación de algas tóxicas.

El fenómeno devastó las poblaciones de krill, el alimento principal de las ballenas azules, obligándolas a expandir sus áreas de búsqueda y reducir el tiempo dedicado a comunicarse. Como explica John Ryan, oceanógrafo del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey: “Es como tratar de cantar mientras te mueres de hambre”.

Las ballenas ahora están obligadas a expandir sus áreas de búsqueda de alimento. Foto: FreePik

El contraste entre especies revela la complejidad del impacto ambiental. Mientras las ballenas azules, que dependen exclusivamente del krill, vieron reducidos sus cantos, las ballenas jorobadas aumentaron su actividad vocal del 34% al 76% de los días monitoreados.

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Su dieta más variada, que incluye peces como anchoas y sardinas, les permitió adaptarse mejor al ecosistema alterado.

Los científicos advierten que estas olas de calor marinas se han triplicado desde 1940 y sus consecuencias a largo plazo incluyen menores tasas reproductivas y poblaciones reducidas de ballenas azules.

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(I)

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