David Good nació en Estados Unidos, pero su alma siempre estará conectada con la selva Amazónica, el lugar donde su padre y su madre se conocieron.
Yarima, su madre, es una indígena de la etnia Yanomami, una población distribuida entre las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.
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David viajó miles de kilómetros de un recóndito lugar en la selva de Suramérica para reencontrarse con su madre, que había decidido regresar al lugar donde nació al no soportar la vida en Estados Unidos.
Él es el mayor de tres hijos que Yarima concibió junto a su padre, el antropólogo Kenneth Good, quien convivió más década y media con esa comunidad.
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El reencuentro con Yarima fue emotivo
La comunidad Yanomami quiso integrar a Kenneth Good y le ofreció ser pareja de Yarima. Cuando eso ocurrió ella apenas tenía 12 años. Él 34. Con los años conformaron una pareja.
Al no poder sostener su vida en la selva amazónica, Kenneth Good tomó la decisión de regresar a Estados Unidos
David vivió una infancia extrañando a su madre. En 2011 logró viajar al lugar donde estaba su madre. Eso conllevó a que enfermara de malaria y pasara por un viaje de varios días entre ríos y selva.
El reencuentro con Yarima fue emotivo. Ella lloró al reconocerlo. Todos en su comunidad sabían de su existencia, así que lo acogieron como un miembro más de la etnia.
El reencuentro con su madre Yarima
David cuenta que en 2013 su madre le pidió volver a Estados Unidos para ver a sus otros dos hijos. “Ella realmente quería ver a sus hijos”, cuenta David.
En 2020, años después de haberse reencontrado con su madre en el Amazonas, David logró llevarla a Estados Unidos para reencontrarse con sus hermanos y su padre.
“Para alguien cuyo mundo siempre había estado en el suelo, descalzo en la selva, volar alto sobre las nubes fue uno de los momentos más aterradores para Yarima”, describe sobre su madre.
“A lo largo de su viaje desde la selva amazónica a los Estados Unidos, se enfrentó a muchos desafíos y situaciones incómodas. Lo que la mantuvo en marcha fue el sueño de reunirse con sus hijos perdidos hace tiempo”.
“Fue una experiencia única y emocional de unión, y aunque hubo momentos difíciles, siempre recordaremos este viaje como la feliz reunión entre familias de dos culturas radicalmente diferentes: una de los suburbios de los Estados Unidos y la otra de los Yanomami, una sociedad de cazadores-recolectores-agricultores”, escribió. (I)