Juan Carlos Leiva no quería ir al hospital sin su perro. El hombre de 51 años, que había vivido más de siete años en las calles de Mendoza, en Argentina, junto a Sultán, agonizaba en la vereda con problemas respiratorios cuando dos mujeres se acercaron para ayudarlo.

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María del Carmen Navarro, empleada de limpieza, y María del Valle, voluntaria que asiste perros accidentados, lograron convencerlo de buscar atención médica solo después de prometerle que cuidarían a su mascota, reseña Clarín.

“Si no llevaba a su perro, no iba”, recuerda María del Carmen sobre el pasado 26 de mayo, cuando finalmente transportaron a Juan al Hospital Central en el auto de una vecina.

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El hombre nunca se quiso separar de su perro. Foto: Freepik.

¿Qué pasó con Sultán?

Sultán viajó en el asiento trasero, apoyado sobre la espalda de su dueño, mientras en el baúl cargaron sus únicas pertenencias: un bolso marrón con cierre roto, goma espuma como colchón y unas mantas.

La relación entre Juan y Sultán había nacido en las calles de Córdoba, cuando el perro era apenas un cachorro. Ambos vagabundos encontraron en el otro una compañía inquebrantable que los acompañó durante años de supervivencia urbana.

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Dormían acurrucados en el hall de un edificio de consultorios, donde los vecinos los conocían bien. Juan era calvo, de barba blanca tupida y complexión robusta, un hombre callado pero amable que nunca se separaba de su mascota.

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“Cuidaba mucho a Sultán. Siempre tenía alimento de perros y comida elaborada para darle, un recipiente con agua y una mantita para abrigarlo”, describe María del Carmen, quien cada mañana los saludaba: “Buen día jóvenes, levántense que van a venir a correrlos los preventores”, le advertía.

En el hospital, cuando Juan fue internado en terapia intensiva por EPOC, neumonía y problemas cardíacos, sus últimas palabras a María del Carmen fueron una súplica: “Cuídeme a Sultán”.

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Juan murió el 4 de junio en el hospital Scaravelli de Tunuyán, sin DNI físico y sin familiares que lo visitaran. Su cuerpo permanece en la morgue esperando identificación policial para encontrar algún pariente o proceder con el entierro.

Mientras tanto, Sultán encontró un nuevo hogar con la familia de un quiosco que conocía tanto al perro como a Juan desde hacía dos años.

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“Juan no hubiese dado nunca al perro”, asegura la nueva dueña, quien ahora envía fotos y videos del animal corriendo, saltando y durmiendo en la cama del hijo de la familia.

María del Carmen cumplió su promesa de cuidar a Sultán, y aunque Juan no pudo despedirse de su compañero de vida, la lealtad mutua que compartieron durante años en la calle encontró una continuidad inesperada en el amor de una nueva familia.

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(I)

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