Cada primavera y otoño, más de 300 millones de personas en Estados Unidos manipulan sus relojes sin saber que podrían estar dañando su salud a largo plazo.

¿Cuándo cambiar el reloj para el horario de invierno en Estados Unidos? El protocolo para atrasar tus relojes incluye sustituir las baterías a un artefacto importante en tu hogar

Una investigación de Stanford University revela que el ritual de adelantar y atrasar las manecillas además de provocar esos días de somnolencia y confusión que todos conocen, también podría provocar problemas mucho más serios como obesidad y derrames cerebrales, reporta Science Alert.

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El cambio de horario podría contribuir al desarrollo de problemas de salud. Foto: Unsplash.

Problemas de cambiar los horarios

Los científicos Jamie Zeitzer y Lara Weed analizaron datos a nivel de condado en todo el territorio continental estadounidense y descubrieron algo inquietante. Y es que el cambio de horario interrumpe el reloj biológico interno de formas que van más allá del cansancio temporal.

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Los números son impactantes. Si Estados Unidos adoptara el horario estándar de forma permanente, podrían evitarse 300 mil casos de derrame cerebral y 2.6 millones de personas no desarrollarían obesidad.

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El problema radica en cómo la exposición a luz en momentos incorrectos debilita el ritmo circadiano, desincroniza sistemas corporales vitales como el inmunitario y el energético.

“Spring forward” (adelantar en primavera) ya se había vinculado con aumentos inmediatos de ataques cardíacos y accidentes automovilísticos, mientras que “fall back” (atrasar en otoño) no muestra los mismos efectos agudos.

El cambio de horario interrumpe el reloj biológico. Foto: Freepik

La Asociación Médica Americana y la Academia Americana de Medicina del Sueño ya respaldaron en 2022 la eliminación del horario de verano en favor del horario estándar permanente, basándose en evidencia emergente sobre sus efectos perjudiciales.

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Aunque los modelos de Stanford tienen limitaciones, no se consideraron factores como clima, geografía o comportamiento humano, sus hallazgos publicados en PNAS refuerzan la idea de que esta práctica centenaria podría cobrar un precio oculto en la salud pública estadounidense que va mucho más allá de unos días de jet lag doméstico.

(I)

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