Los drones ya no son solo herramientas militares sofisticadas reservadas para grandes conflictos. Un ataque reciente contra Kiev, en Ucrania, y la incursión de estos dispositivos en territorio polaco durante el pasado mes de septiembre demuestran que cualquier país puede verse afectado por esta tecnología que avanza más rápido que las defensas disponibles.
Christopher Adams, analista del centro de estudios RAND, consultado por DW lo resume de manera contundente. La fabricación de drones lleva ventaja mientras los sistemas defensivos siguen tratando de alcanzarlos.
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Su producción barata y rápida, combinada con la capacidad de volar bajo el radar, los convierte en un dolor de cabeza tanto para militares como para autoridades civiles.
¿Cómo se pueden contrarrestar los drones?
Las técnicas actuales para neutralizar drones van desde el bloqueo de señales hasta el uso de misiles o láseres de alta potencia, pero cada opción tiene sus limitaciones.
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El spoofing y el bloqueo de radiofrecuencia funcionaban bien cuando los drones dependían completamente de conexiones remotas, pero ahora muchos operan con autonomía programada, como explica Markus Müller del Instituto Fraunhofer alemán.
Los sistemas más agresivos como el Skyranger de Rheinmetall o los drones kamikaze presentan otro problema, derribar un dron barato con un misil millonario es económicamente insostenible, y hacerlo sobre una ciudad podría causar daños colaterales graves.
La investigadora del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de Estados Unidos, Dominika Kunertova, deja al descubierto esta paradoja al afirmar que la defensa siempre resulta más costosa que el ataque.
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El verdadero peligro quizás no venga de los drones militares rusos que preocupan a la OTAN, sino de los modelos comerciales que cualquiera puede comprar en una tienda.
Estos aparatos recreativos representan hoy la “amenaza potencial mayor” según Adams, especialmente cerca de aeropuertos, estadios o festivales donde miles de personas se congregan.
Müller admite que no existe actualmente un sistema confiable para detectar drones pequeños en rangos de 200 a 500 metros, justo la distancia ideal para un ataque terrorista.
Mientras Rusia perfecciona sus drones y contramedidas en el campo de batalla ucraniano, los países occidentales parecen haber subestimado la urgencia de desarrollar defensas efectivas contra una tecnología que ya está al alcance de cualquiera.
(I)
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