Joel, sicario es una novela que se mueve entre Quito y Guayaquil y está dividida en días. Tiene 133 páginas, fue publicada en mayo y escrita por Alfredo Breilh, escritor y documentalista ecuatoriano.
La historia sigue a un adolescente de la isla Trinitaria que es enviado a Quito con una tarea que no comprende del todo. Tiene 16 años. No conoce la ciudad. No sabe lo que está a punto de hacer. Siete días después regresa a Guayaquil para continuar un ciclo que no eligió. El libro se construye en ese trayecto. La trama se desarrolla por días.
“Está escrito como lo que uno ve en una película. Uno ve el escenario y escucha las voces de los personajes. No hay mayor reflexión del personaje para dentro ni un tratamiento de cómo es la psicología de él, sino que son hechos, acciones”, explica el autor. La novela evita entrar en el pensamiento del protagonista. Se limita a mostrar. “Eso le ayuda a leer con más gusto, creo yo. Que no sienta que está leyendo, sino viendo una película”.
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El lenguaje también responde a esa intención. Es sencillo, directo, cotidiano. “Está escrito sin complicaciones intelectuales ni literarias, sino describiendo los hechos, las acciones que hace el personaje y las situaciones en las que va viviendo”. El personaje no habla con neutralidad. “Joel es un chico costeño, y eso está en cómo habla”, afirma Breilh. La construcción del personaje incluye su manera de hablar, sus recorridos por las ciudades y su edad. “Está escrito como para ellos. Por el tema, por la edad del personaje que tiene 16 años, porque está escrito con sencillez”.
El libro se escribió en un periodo corto: “Hace seis meses me senté a escribir y en tres meses tenía hecha la idea principal desarrollada, más unos tres meses de corregir, más un par de meses hasta publicarlo”.
Fue un proceso rápido porque el tema ya estaba claro. “Uno de los temas que están presentes en nuestro ambiente actualmente de una manera muy fuerte es el tema del sicariato. Incluso ya está dentro de nuestro imaginario”.
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El personaje no conoce la capital y eso marca su recorrido. “Cae en manos de un grupo y él no sabe de qué se trata. Luego se escapa de ese grupo y se encuentra en Quito y vive la aventura de una persona que no conoce Quito, con lo cual también hay una descripción y una presencia de la ciudad para un chico costeño”. En Guayaquil, el movimiento es distinto, opina Breilh. “Aproveché porque yo viví como diez años en Guayaquil y bueno, tuve conocimiento y bastante contacto ahí con la gente y la ciudad”.
En total, el relato abarca un mes, aunque se cuente a través de trece días clave. La brevedad es intencional. “La anterior novela que yo escribí es una historia que dura 70 años. En cambio, en esta es una cosa superpresente y muy cortita. El tiempo. Eso le da mucho dinamismo. En ese sentido también tiene un aspecto cinematográfico”.
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Durante la presentación en la librería Rayuela, el análisis estuvo a cargo de la socióloga Natalia Sierra. “Ella recalcó el aspecto de cómo llega a la sensibilidad del lector. A la vez es una cuestión entretenida porque es una aventura de un chico que está intentando salir adelante, pero deja ver algunas cosas”.
En esa línea, uno de los temas centrales es cómo el personaje intenta liberarse, sin lograrlo del todo. “Por una parte el personaje lucha por salir adelante, pero no puede salir del ámbito de la delincuencia. Está como atrapado en ese mismo sistema”.
La historia expone el entorno, al país. “Yo no puedo negar la responsabilidad de una persona cuando actúa, pero es bien importante mirar las circunstancias exteriores. El ambiente, el entorno social en el que está viviendo, es el que le lleva a cometer esos actos”. Y con eso se instala la pregunta que la novela deja flotando: “¿Qué futuro tenemos? ¿Cuál es el resultado de nuestra sociedad? Esta sociedad que hemos hecho los adultos, o sea, ¿a qué nos está llevando?”, finalizó. (E)
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