A Humberto Vélez no hay que pedirle que se convierta en Homero Simpson para saber quién es.

Su voz, firme pero familiar, tiene el peso de sus años de trabajo. En su casa, esa voz fue siempre otra cosa. Fue parte de la rutina.

Publicidad

Sus hijos Alicia y Humberto Jr. crecieron viéndolo grabar, repasar guiones, entrar y salir del estudio como si fuera lo más normal del mundo. “Si los dos papás están todo el tiempo doblando, pues es lo único que los niños ven... Nunca supimos y creo que nunca vamos a saber si hubieran tenido este talento para hacer alguna otra cosa”.

Humberto Vélez: el papá detrás de la voz del personaje Homero Simpson. Foto: Jose Choez

“Lo bueno es que tienen la disciplina y el rigor. Lo hacen con toda la seriedad del mundo, aunque parezca que están echando un relajo tremendo”. Aunque no lo diga, se siente orgulloso.

Publicidad

En los videos donde aparece con sus hijos está el cariño que no se disimula, bromas compartidas, abrazos y momentos especiales. Se les ve reírse y sostenerse entre sí. Humberto no se llama a sí mismo un padre tierno, pero cuando aparece en pantalla con ellos, es evidente que lo es. A su estilo, con ese humor medio seco, pero siempre presente.

En casa nunca les dijo cómo debían ser, pero dejó claro que, si iban a hacer algo, había que hacerlo bien. “Yo quiero que absolutamente todo lo que hago salga bien, siempre”. Cuando habla de Homero, se toma su tiempo. Primero aclara que no se trata de él.

“Homero no existe. Soy yo el que está vivo. Él es una cosa que no se mueve. Tú crees que se mueve porque ponen una serie de fotos una detrás de otra que crean la ilusión del movimiento…”.

Y cuando se le pregunta si se parece a él, entra en el personaje, se transforma en segundos y suelta entre risas: “¡Maldita sea, ojalá que no haya ninguna! ¡El diablo te lleve! ¡Pequeña demonia!”.

Después, recupera su tono y lo dice con calma todavía risueño. “Homero Simpson es un desastre. Yo… pretendo ser una persona de bien. Una persona que hace cosas decentes. Quizás no extraordinarias, pero sí decentes”. No lo dijo molesto. Lo dijo sonriendo, como quien ha hecho las paces con ese personaje que tantos confunden con él, pero que sabe exactamente dónde termina.

Al hablar de por qué Homero conectó tanto con los padres latinoamericanos, responde: “Porque es la verdad. Porque es un retrato de la gente. El hombre de la cámara es Homero Simpson. El que está sentado allá es Homero Simpson. Yo soy Homero Simpson. Es un personaje tan bien hecho, tan bien escrito, tan bien investigado que eres tú… cualquiera”.

Y añade, con una naturalidad que desarma: “Entonces te sientes identificado. Para que tú sientas que ‘bueno, yo no soy el único idiota que existe en este mundo’. Si él es idiota, pues yo también. Y ya no se siente tan feo ser idiota”.

 Ese tipo de observación lo atraviesa entero. Nunca se pone en el centro, ni se vende como ejemplo. Pero todo en su historia –sus personajes, sus hijos, sus maneras– lo cuenta por él.

Ha doblado a Lord Farquaad, el Maestro Shifu, el Profesor Farnsworth, Winnie Pooh, Zangief, El Doctor en South Park y más. Y aun así, no pone jerarquías. “Cada personaje que hago, así sea el hombre uno en una película de guerra que nomás dice: ‘Señor, aquí está la carta’ y lo matan… ese también lo llevo en mi corazón. Porque es mi trabajo”.

Cuando se le pregunta por la inteligencia artificial, no le da vueltas. “Yo creo que la inteligencia artificial va a poder igualar los sentimientos humanos. ¿Van a prescindir de mí? Pues sí, de eso se trata. Claro que pueden sustituirme. Yo no puedo parar el progreso”.

No hay ninguna queja en lo que dice. Y si algo se repite en cada frase es esto: Si algo se va a hacer, se hace bien. Dice que ya no ve series. “Trabajé sábados, domingos y días festivos… ya no me actualicé. Las series que veía cuando era chico se me quedaron en la cabeza, pero después empecé a doblarlas yo”.

Recuerda con humor la primera vez que vio a Homero: “Lo primero que dije fue: ‘Pero qué feo está este mono’. Dije: ‘Qué bueno que no me llamaron al casting’”.

Estuvo en Guayaquil este junio, invitado a la Comic Con Ecuador. “Siempre hago lo mismo. Y me encanta. Guayaquil me pone de buen humor. Normalmente soy un tipo osco y malhumorado todo el tiempo. Pero cuando vengo acá, me pongo de muy buen humor”, expresó con alegría.

Humberto vive su paternidad con respeto mutuo, bromas compartidas y admiración. Ellos lo siguen en el mismo oficio y aunque él diga que no es tierno, hay momentos en los que se le escapa. No fue Homero en casa. Fue Humberto, con voz firme, humor seco y una manera de querer que no se grita, pero se nota. (E)