En un poblado de Ecuador cercano al océano Pacífico, la “muralla” del Paris Saint-Germain se erigió con la necesidad y el amor por el fútbol como ladrillos: Willian Pacho, el hijo más famoso de Quinindé, a punto de alcanzar la gloria en Europa.

Antes de jugar en el Parque de los Príncipes, el defensa de 23 años forjó su capacidad para quitar balones en esta población de mayoría negra y dedicada principalmente al cultivo de palma africana, cacao y banano.

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“La historia de Quinindé nace con la llegada de los primeros negros a la provincia de Esmeraldas que venían de Guinea Ecuatorial y que desembarcaron en Portete aproximadamente por el siglo XVIII”, detalla una nota de la Prefectura de Esmeraldas.

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“Que navegaban por las aguas del río Esmeraldas y así arribando a las primeras parroquias como Viche, Chura, Malimpia y Rosa Zárate, cuyos puertos fluviales eran la principal vía de conexión que unía a la provincia de Esmeraldas (Costa) con Quito (Sierra), la capital del Ecuador”, añade.

Y continúa: “Está vinculada a la explotación de la producción agrícola y maderera: que han conllevado al crecimiento poblacional, desarrollo y fuentes de empleo. Se registra que desde los años 80 e inicios de los 90, más de cien empresarios se reunieron para dar forma y producción a una nueva extractora de aceite de palma africana, lo que conllevó al florecimiento de una nueva primavera económica, que aleja al cantón del monopolio y diversifica su producción agrícola y pecuaria”.

Es una gran proveedora de banano, café, cacao en la actualidad, además de estos productos tradicionales, el cantón es el primero en la producción de recursos forestales.

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El principal atractivo turístico del cantón son sus áreas naturales por la biodiversidad que existe.

En cuanto a su gastronomía destacan platos típicos como el tapado arrecho y el encocado, que tienen como base para su preparación el plátano verde y diferentes tipos de carne.

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La cancha del Huracán, el primer club aficionado al que perteneció, sigue con el césped descuidado, baches y arcos sin redes. Así entrenan varios niños y adolescentes que lo consideran su ídolo.

Su éxito es “una alegría, porque hay más posibilidades de que nos vean afuera”, en el exterior, dice Michael Moreno, de 15 años. (D)