La última gira de Ecuador, con partidos frente a Estados Unidos y México (ambos 1-1), dejó al descubierto un diagnóstico que ya no puede evadirse: el equipo nacional no tiene una idea de juego, no compite con solvencia, no evoluciona tácticamente y, lo que es peor, parece haber renunciado a construir un proyecto serio rumbo al Mundial 2026. Lo que se vio en la cancha no fue un accidente.