Mi amigo Ciro Guerrero, un crack milagreño que brilló en Universidad Católica y al que sus contemporáneos llamaron Pontoni por su juego parecido al gran futbolista argentino René Pontoni, me envió por WhatsApp una hermosa colección de tangos que he disfrutado hasta la saciedad. En mi memoria el tango está asociado al fútbol, al domingo festivo de antaño y al viejo estadio Capwell. El amanecer dominical en la vieja casa donde nací era una fiesta con olor a café recién colado y las voces de Carlos Gardel, Carlos Dante, Armando Moreno, mezcladas con el chirriar inevitable de los discos de 78 r. p. m. que salían de una vieja radiola de mi padre, tanguero hasta la médula. Quién sabe cuántas vueltas habré dado en el pasado con el mensaje de perpetua juventud de Guerrero y cuántas voces habrán quedado en la memoria con su soplo de eternidad.