Eran otros tiempos. No había cupo de ocho extranjeros por cada equipo y los foráneos contratados por los clubes de Ecuador llegaban para ser titulares; caso contrario, sus estancias en el balompié nacional eran cortas. Además, no era una novedad —sí lo es en la actualidad, con una legión de desconocidos— que muchos refuerzos vinieran directamente de la primera división de sus respectivos países y que sus trayectorias fueran respetables, exitosas e incluyeran pasos por sus selecciones.