Después de varios meses de desconsuelo, durante los que entendimos que la vida era más importante que el resto de actividades, y cuando parecía que los bates, guantes y pelotas tenían que seguir guardados, algunos campos del béisbol porteño abrieron sus puertas para recibir a sus cultores. Por la pandemia algunos centros deportivos siguen cerrados, llenos de oscuridad y abandono. Solo quedan sueños y recuerdos de grandes gestas y ejemplos de esfuerzo, disciplina y dedicación. Fueron meses de muchas penas por tantas y tantas partidas de hijos sin bendiciones y padres sin despedirse. Son ausencias irremediables.