Jamás olvidaré que para conseguir una matrícula en el histórico Colegio Nacional Vicente Rocafuerte –y me remonto en las décadas del 40 hasta finales del siglo XX–, el padre de familia tenía que pasar varios días haciendo largas filas con temperatura altas, lluvias y en ocasiones asustantes relámpagos y truenos. Pero no disminuía el interés de que su hijo tenga la felicidad de cursar sus estudios en un verdadero templo de la educación. Mi padre vivió esos trances cuando me matriculó en 1961 en segundo curso. Una vez ingresado al plantel me sentía el adolescente más feliz de la vida, y una vez graduado pasé a ser inspector y profesor en la asignatura de Educación Física. Qué gran honor para la familia y para el barrio.

Nombrado en varias ocasiones director de Deportes del glorioso VR, se forjaron más las emblemáticas y continuas hazañas de los deportistas al ganar en cada temporada en las justas intercolegiales decenas y decenas de trofeos, copas, placas, medallas, pergaminos y diplomas. Recuerdo los esfuerzos de directores de Deportes como Pepe Carbo, Pancho Jiménez, José Contreras, José Yagual y antes que ellos dignos profesores que cumplieron labores y enseñanzas titánicas para sostener al Vicente siempre en el podio de los ganadores. Sus alumnos/deportistas en su mayoría defendían además al colegio a numerosos clubes, a la provincia y al país. En ese entonces ser deportistas del Vicente Rocafuerte era ser un insigne representante de la nación. Si revisamos las páginas de las glorias del deporte ecuatoriano el 70 o el 80 % de los deportistas eran estudiantes o egresados del VR. Un homenaje a esos héroes como rectores y de los profesores/entrenadores de esos tiempos.

Nunca se perderá de mi memoria que en uno de mis periodos como director de Deportes del colegio se mandó a construir una vitrina mayor. En ella cabían más de 1200 trofeos y copas. Hoy preguntamos dónde está ese patrimonio deportivo. Del 80 % se desconoce su paradero y en palabras de barrio se lo han robado.

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Dónde están los implementos del gimnasio que llevaba el nombre de ese insigne maestro Carlos Barrezueta; dónde están los gimnasios ubicados al entorno de la pista, cuyo nombre merecido era Gustavo Maridueña; dónde están los minigimnasios en el patio oeste del plantel. En fin, han aparecido amigos de lo ajeno como verdaderos depredadores. Hay que encontrar a los culpables y darles prisión. En el deporte también deben aparecer las celdas.

Y qué decir de la biblioteca, museo, salón de actos, sala de profesores, el rectorado y de tantos lugares sagrados han desaparecido del inmueble del Vicente. Solo quedan recuerdos inolvidables de proezas concretadas con sudor, lágrimas, tenacidad y ponderaciones ejemplares. Hoy ese gran lema ‘Donde hay una VR, hay un campeón’ está por los pisos, o en un abismo. Nunca es tarde para que vuelva a ser el colegio más consagrado en el Ecuador y para eso están inteligentemente laborando exalumnos y para esos esfuerzos incondicionales, nuestra gratitud para ellos. Se verá pronto el camino que el vicentino del ayer lo llenó con su sangre en las calles y de gloria en los campos culturales, políticos y deportivos.

No más palabras... (O)