Por Johny Zambrano, presidente de la Federación Ecuatoriana de Lucha

Siempre el retiro de una gran deportista, que ha dado muchas satisfacciones al país, es muy doloroso, más aún conociendo el inmenso potencial para competir que mantiene. No solo de carácter físico, técnico, volitivo, ético, moral, sino también como líder positivo. Lissette es el espejo donde se miran nuestras deportistas. Es la línea a seguir. Es el ejemplo, es la bandera de la lucha olímpica ecuatoriana.

Nos duele mucho su retiro, pero es una decisión que podemos o no compartir, pero sí la respetamos. Ella expresó sus motivos y creemos que como excelente ser humano, que también es, tiene todo el derecho de dedicarle el tiempo que precisa a su familia. Ya le dedicó mucho tiempo al deporte para sentirnos orgullosos de ella.

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Quedan para nosotros los títulos que ganó, como el tricampeonato Panamericano Juvenil del 2009, en Guadalajara, México; del 2010, en Managua; y en el 2011, en Sao Paulo, Brasil.

No nos olvidaremos del año que finalizó vigésima en el Mundial Sénior de Rusia, en el 2010; y en el 2011 mejoró su ubicación al finalizar quinta en el Mundial de Rionegro, Colombia.

Con 20 años participó en el Mundial Sénior de Estambul, donde finalizó undécima.

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En los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 alcanzó la medalla de bronce y ese año, en el Sudamericano de Buenos Aires, ganó oro como sénior.

Llegó séptima en el Grand Prix de España, en el 2012; y en los Juegos Olímpicos de Londres se ubicó novena.

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Ganó el título de los Juegos Bolivarianos de Trujillo, en Perú; fue segunda en la Copa Granma de Cuba, en el 2013; y primera en los Juegos Sudamericanos de Chile 2014, año en que ganó la Copa Panamericana de México y la Copa Brasil; mientras que en el 2015 finalizó tercera en el Grand Prix de España; fue quinta en la Copa Panamericana de EE. UU. del 2015; y clasificó a los Juegos Olímpicos de Río 2016 y ocupó el puesto 19. (O)