Su nombre: Jordi Cruyff, actual entrenador de la Tri de mayores. Su palmarés: fue presentado en el mes de enero del presente año y pasó 24 días disfrutando de la ciudad y sus comidas, sin tener ningún ensayo en la cancha, conoce a sus jugadores a través de videos y diálogos personalizados, está ausente del país y tiene una didáctica o formato de trabajo jamás visto en selección o equipo del mundo. Nos engaña a los ecuatorianos con teorías y blablablá; amerita ser un candidato a los récords Guinness. Ojalá que los primeros resultados, si él llega a estar en la banca, sean positivos.

Se me ha quedado en la mente una frase de Jordi muy arrogante: “No me da la gana hablar en público de la selección”. Si le preguntamos a técnicos ranqueados sobre esta expresión, afirmarían que es un estilo de comportamiento; en el fondo la cultura y la ética se fue por los suelos. Qué mejor describir referentes que deben pregonar los entrenadores con sus pupilos, directivos, prensa e hinchada.

Aquel que aceptando la función de técnico labore incansablemente con sus jugadores en tareas en el día al día, con entre dos y tres jornadas siempre que no se presente ningún tipo de sobrecargas y cuando ameriten encuentros amistosos.

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Aquel que fortalezca las capacidades físicas y técnicas tanto en su volumen e intensidad en las unidades de trabajo a aplicarse. La orientación psicológica/espiritual es un pilar como las evaluaciones en cada sesión de entrenamiento. Siempre aconsejando al deportista del cumplimiento de una correcta preparación invisible.

Aquel que genere en sus explicaciones en vestuarios, antes o después del entrenamiento o en el entretiempo de un partido en donde se juegan puntos de oro, signos motivantes para fortalecer en los jugadores el ímpetu de vencedores.

Aquel que mantiene la armonía, disciplina, respeto grupal, orden en las concentraciones y que siempre informe las actividades de la plantilla. El fútbol es un culto de los fanáticos e inmerso en las premisas/novedades.

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No más palabras... (O)