Alcides de Oliveira atesora recuerdos. Sus goles reposan cual oro en un cofre, así como aquella única ocasión que jugó en Vasco da Gama junto a su ídolo Roberto Dinamita. Esos son placeres imborrables.

Perenne también es la gloria de este exdelantero brasileño con Barcelona. Veintiuno de sus 46 tantos entre 1981 y 1982 –en campeonato y Copa Libertadores– le significaron el título nacional con los toreros en su primer año en Ecuador.

Festejo tras festejo; y entre todos, uno característico. Ese que le valió el sobrenombre de Apache, porque, de pronto y con la misma inspiración que le permitía anotar, empezó a celebrar dando vueltas alrededor del banderín del córner, puño en alto, zapateando y con la cabeza gacha, cual indígena norteamericano.

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Todo el mundo se preguntaba adónde iba (cuando corría a celebrar un gol en el córner cual apache), pensaban que me iría de la cancha. Salió perfecto. A la hinchada le gustó y seguí haciéndolo

“Quise hacer algo diferente”, recuerda Alcides en contacto telefónico con este Diario, desde Pujilí (Cotopaxi), donde trabaja como entrenador del club La Unión, de la segunda división. “Todo el mundo se preguntaba adónde iba yo (cuando emprendió por primera vez la ocurrente carrera), pensaban que me iba a ir del campo de juego. Salió perfecto. A la hinchada le gustó y seguí haciéndolo. Festejar un gol era lo máximo para mí y celebrarlo así era dar un espectáculo aparte para la fanaticada, que iba a ver un partido de su club”.

La idea la tomó de Juary, exfutbolista del Santos (luego campeón de Europa con el Porto, en 1987), quien celebraba sus tantos de una manera similar.

Formado en Vasco da Gama, Alcides tuvo su primera gran aparición en el fútbol el 10 de julio de 1976, a los 19 años. Aquella tarde de sábado se estrenó en el equipo que tenía como figura al recordado Dinamita, con quien formó dupla ofensiva contra el modesto Olaria, en un partido del campeonato carioca. Por si pareciera poco, Alcides anotó. Y por si fuera poco todavía, generó el penal decisivo que el propio Roberto se encargó de convertir. El resultado: 2-1.

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“Lloré, porque nunca imaginé jugar a su lado. Me enseñó muchas cosas. Me felicitó muchísimo y me dijo que tenía un futuro brillante”, recuerda aún sobre dicha ocasión en el estadio Sao Januario, en Río.

‘¡Creí que estaba muerto!’

Pero no todas las memorias del Apache son agradables, aunque el paso del tiempo les diera a algunas cualidades de jocosas anécdotas. Como cierta vez que creyó haber matado de un balonazo a un arquero.

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Fue el 8 de agosto de 1982. Barcelona enfrentaba al Aucas en el Atahualpa y Alcides se aprestaba a cobrar un tiro libre directo a los 50 minutos. En el arco contrario, el expetrolero e ícono auquista Walter Pinillos. Este Diario relató: “En la ejecución, el violento remate fue a estrellarse directo en la cara de Pinillos, que quedó completamente noqueado”. Fue necesaria una ambulancia, que se llevó al guardavallas con los brazos guindando sobre una camilla e inconsciente.

“¡Creí que estaba muerto! Y pensaba ‘no puede ser que un balonazo pueda matar a una persona’”, cuenta –hoy entre risas– Alcides. “Yo me asusté, porque la bola picó antes de que él llegara y tratara de abrazarla, y le pegó en la cara, en toda la frente. Quedó tumbado. Yo estaba preocupado y no me quedé tranquilo hasta que me dieron la noticia de que Pinillos ya se había recuperado, el mismo día. Fue una situación preocupante”.

Tan preocupante que el Apache pifió un penal 21 minutos más tarde –estrelló la pelota en un poste– y el duelo se zanjó igualado, sin goles.

Portoviejo, 'una plaza difícil'

Alcides se reconoce como un delantero con “velocidad y disparo de media distancia” en su tiempo y que “no sabía mucho driblar”, condiciones que se ponían sobre todo a prueba cuando Barcelona visitaba a la Liga de Portoviejo en 1982.

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“Era una plaza (el Reales Tamarindos) difícil, la más difícil en la que yo jugué”, dice el Apache sobre el reducto de aquel cuadro que quedó a un triunfo de clasificar a Libertadores.

Justamente un penal de Alcides, ya en Guayaquil (3-2), privó a la Capira de los puntos que podían haberle clasificado a la Copa, en un partido que se reanudó un lunes tras suspenderse por lluvia torrencial el domingo con ventaja transitoria de los manabitas.

No quería irse

Con la llegada de Paulo César a Barcelona en 1982, Alcides debió retroceder en la cancha y su función de goleador principal del elenco torero quedó en manos de la Bruja. Incluso así, el Apache se las arregló para anotar la misma cantidad de dianas que el año anterior (Alcides defiende que fueron 22) y cuatro más en la Libertadores, tres de estas a Liga de Quito.

Fue precisamente en el club albo donde recaló al año siguiente, pese a resistirse inicialmente a irse. Aún no entiende por qué no le permitieron continuar en Barcelona, cuya presidencia asumía por primera vez Isidro Romero.

“Creo que fue por un problema muscular que tuve luego de un partido contra Everest. Me inyectaron medicina para contrarrestar el dolor, pero me hizo daño. Me desmayé. Casi pierdo la vida. Todos creyeron que padecía de un soplo al corazón y tenía problemas cardíacos. Al enterarse Isidro Romero, me puso transferible. Cuando llegó la época en que se firmaban los contratos, me dijo que ya no iba más (en el plantel de 1983). Decidí ir a Liga, pese a que me dijeron que no triunfaría porque dizque estaba enfermo o porque Quito era alto. Gracias a Dios jugué bien y anoté 23 goles. Y lastimosamente en Barcelona no rindió como se esperaba la dupla de Paulo César y el Bocha (Ricardo) Armendáriz, que llegaba de Liga, porque quedaron fuera de la Copa (la de 1984, al acabar terceros, por detrás de El Nacional y 9 de Octubre)".

¡Creí que estaba muerto! (El arquero de Aucas Walter Pinillos, tras recibir en la cara un trallazo de Alcides, en 1982). Y pensaba ‘no puede ser que un balonazo pueda matar a una persona’

Buenas y no tan buenas, son memorias por las que Alcides batalla por no perderlas todas –“aún no llego a la época de los viejos”, dice a sus 62 años–, pues ya una inundación deshizo las revistas y los recortes que guardaba en una maleta, en casa de su madre.

“Barcelona fue un paso muy lindo en mi vida. Gracias a Dios todo lo que hice quedó grabado. Siempre intenté hacerlo de la mejor manera”. (D)