Nunca antes ni después la bandera tricolor ondeó más alto.

Se cumplieron ya 20 años, el pasado 27 de mayo, de que el alpinista ambateño Iván Vallejo se convirtiera en el primer ecuatoriano que alcanzó la cima del Everest, la montaña más alta del mundo. Aquel “sueño de niño” le permitió descubrir “unas capacidades que no sabía que tenía” y que lo llevaron a transformarse además, en 2008, en el único ecuatoriano hasta hoy en escalar los catorce ochomiles, como se denomina al grupo de montañas en el mundo que superan los 8.000 m de altura; todas, en las cordilleras del Himalaya y del Karakórum (Asia).

En diálogo con este Diario, reconoció asimismo similitudes entre su “historia de superación” y éxito en el montañismo y la del ciclista carchense Richard Carapaz, el primer tricolor campeón del Giro de Italia, este mes.

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¿Qué sensaciones tiene al cumplirse dos décadas de su gesta en el Everest?

Hoy pienso que el punto fundamental de mi ascenso al Everest es que hubo un cambio totalmente sustancial e importante antes y después, principalmente en mi carrera deportiva de alta montaña. Poder subir sin oxígeno (suplementario) me permitió descubrir unas capacidades que yo no sabía que tenía. La oportunidad de que un ser humano descubra un talento, en el oficio que fuera, es estupenda, pues los siguientes pasos irán en función de aprovechar dicho talento.

¿Qué descubrió?

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Que si bien al igual que las demás personas (de otros países, que escalaban junto con él) sentía cansancio, cuando me comparé con ellas –que subían con oxígeno– había una gran diferencia en mi respuesta a la montaña: en la fuerza física, en la capacidad de recuperación, pulmonar... Al llegar a la cima fue un gran descubrimiento.

¿En qué momento de su vida surgió la decisión de superar los 8.848 m del ‘techo del mundo’?

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En 1995 hice mi primer viaje a Nepal con el único interés de conocer el Everest desde el campamento base. No tuve mayor complicación, pues lo veía como un paisaje, nada más. No imaginaba subir, ya que estaba por encima de mis posibilidades. Solo tomé fotos. Sí tenía entonces intención de subir una montaña adjunta de 7.000 m en Nepal. Volví (a Ecuador) con esa inquietud y les dije a mis compañeros guías de montaña que había cierto reto frente al Everest, que qué les parecía si lo subíamos. Entonces empezó la idea de prepararse para subir al Everest, a los 35 años, en noviembre de 1995. ‘¿Y por qué no?’ fue la pregunta. Al inicio era una idea colectiva, pero siempre tuve claro que sería sin oxígeno.

Tras alcanzar el Everest, pensé que si supe sortear años difíciles y había subido ya a tres ochomiles, claro que podría llevar adelante el resto (de cumbres).

¿Por qué plantearse ese reto mayor y tan puntual?

Porque había leído el libro de nuestro maestro Reinhold Messner, gran gurú (italiano) de las altas montañas y el primero que escaló el Everest sin oxígeno junto con Peter Habeler (en 1978). Me cautivó el libro y me pareció muy lógico subir sin oxígeno. Él hacía dos comentarios: ‘Si me pusiera la mascarilla de oxígeno, le rebajaría la altura de la montaña a 6.000 m’ y ‘desde el momento que me pongo la mascarilla es como si hubiese una barrera entre lo que tiene mi espíritu y lo que me da la montaña’. Me encantó.

¿Por qué ‘lógico’?

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Tengo la suerte de haber nacido en el callejón interandino. Nunca tuve dudas de que nos iría bien (en el Everest). Messner se entrenaba hasta a 700 m de altitud (en regiones de Italia) y yo podía entrenar en el Parque Metropolitano de Quito a 3.000 m de altitud o en el Rucu Pichincha a 4.698 m, o en el Cotopaxi a 5.897 m. Hay una lógica y yo me sentía muy confiado. Por eso no me sorprende lo de (Richard) Carapaz en el reciente Giro de Italia. Para mí es muy lógico que venciera.

¿A qué se refiere?

Él se entrenó entre 2.800 y 3.400 m y en condiciones muy exigentes de altura, frío y adversidad (en la Sierra ecuatoriana). Cuando fue a Italia y lo más alto que hay son 1.500 m, de ley que le iba a ir bien y así tenía que ser. Yo le veía mucha lógica que con semejante disciplina y esfuerzo le fuera bien. Similar a mi caso, su inicio fue muy trabajado, muy complicado, muy exigente. Él andaba en una bicicleta con muy mínima calidad. Siempre estuvo convencido de la capacidad que tenía. Por eso entrenaba y tuvo éxito.

¿Cuán difícil fue para usted encontrar apoyo para el montañismo en Ecuador?

En el proyecto del Everest golpeé puertas presentando un proyecto a cuatro años plazo. Muchas se cerraron. Hubo empresarios que ni me recibían. Dos empresas tuvieron visión y decidieron aportar, aunque fuera una cantidad mínima, pues justo pegó la crisis financiera de 1999. Los cuatro primeros años fueron un ejercicio durísimo, a ratos de duda si valía o no la pena continuar, pues la carencia económica llegó a afectar a mi familia. Fue muy complicado.

No me sorprende lo de (Richard) Carapaz en el Giro de Italia. Para mí es muy lógico que venciera por su entrenamiento y espíritu.

¿Qué recuerda de aquellas complicaciones que tuvo?

Al primer ochomil (Manaslu, en 1997) llegué con las justas de dinero. Vi a compañeros que rumbo a la cima llevaban chompas de pluma extraordinarias, que habrían costado $ 600 o $ 700, y pensé que eran exagerados, pues yo no podía darme ese lujo y lo hice (escalar) con tres chaquetas: una comprada en un almacén muy modesto en Perú, que me habría costado $ 25, otra a unos chinos en Quito y la otra también en Quito. Tenía tanta convicción e ilusión que me pareció exagerado lo de los suizos. Pero con los años me di cuenta de que eso es lo que hay que hacer (contar con equipamiento apropiado).

¿Por qué volvió a subir el Everest en 2001 y no siguió con los demás ochomiles?

Porque quise cumplir mi sueño de niño: escalar por el lado sur, el nepalí, como los dos primeros conquistadores (Edmund Hillary y Tenzing Norgay), el 29 de mayo de 1953. La ruta que tomé en 1999 fue por el lado norte, pues costaba $ 15.000 menos para subir. Debí tomar la vía que menos me costó. Lo del 2001 fue un regalo que pude hacerme, pues ya contaba con patrocinio de empresas.

¿Qué opina sobre que el montañismo no sea considerado olímpico?

La alta montaña nunca será considerada en el olimpismo y me parece muy bien. El escenario incontrolable no lo permite. Con un único inconveniente: al no ser olímpico, no se le para mucha bola. Pero sí me parece ilógico que en Ecuador la misma gente no vaya a las montañas, un sinsentido. Si vives en medio de las montañas, ¿qué deporte deberías practicar? El montañismo.

Desde su actividad, ¿cree que Ecuador es ‘un país enfermo de fútbol’, como estima el exnadador Jorge Delgado Panchana?

Hay que considerar que el fútbol es un deporte de multitudes, que apasiona. Ha sido una lucha desigual, porque ir a presenciar un partido de fútbol es más fácil: basta con pagar un boleto y asistir al estadio o encender la televisión. Es ilógico y hasta chistoso irse al Chimborazo a ver la ascensión de una persona o al Everest. Son dos escenarios distintos. No se puede luchar contra el fútbol ni quiero. (D)