No importaba la escasa estirpe futbolera del rival -Catar-, una lenta e interminable caravana amarilla, azul y roja peregrinó hasta confluir en la plazoleta Roberto Gomes Pedrosa, a las puertas del estadio Cícero Pompeu de Toledo “Morumbí”. Pompeu de Toledo fue el presidente del Sao Paulo FC que impulsó su construcción, Morumbí es el barrio, del que toma el nombre, comarca elegante, de casas refinadas (aunque hay una favela detrás del coloso). Y Pedrosa fue un futbolista sanpaulino que representó a Brasil en el Mundial de 1934. Estuvimos dos horas allí en la entrada del gigante previo al triunfo colombiano sobre la Vinotinto de Asia. Un tópico nos llamó la atención: absolutamente todas las personas que llegaban al estadio eran colombianas. Al final se registraron 22.079 pagantes y unos 1.500 más en el sector VIP con entradas de protocolo. Nos animamos a decir que el 95% o incluso más eran compatriotas de Botero y García Márquez. Y venidos del exterior. Desde luego, nadie había de Catar (aunque su federación se encargó de regalar camisetas, sombreros y finas bufandas con los colores borravino a centenares de hinchas colombianos). Tampoco se advirtieron de otros países sudamericanos. Lo llamativo es que no había brasileños. Lo comprobamos también en Salvador: es virtualmente nula la presencia de torcedores locales en los partidos donde no juega Brasil.