El legendario Niki Lauda, ​​considerado uno de los mejores pilotos de todos los tiempos en la Fórmula Uno, no pudo escapar de la muerte la noche del lunes pasado, como sí lo consiguió asombrosamente el 1 de agosto de 1976 cuando sufrió un espeluznante accidente que le provocó graves quemaduras.

Las imágenes del austriaco de Ferrari, atrapado en la cabina de su monoplaza en llamas, conmocionaron al mundo entero. Pero Lauda, un luchador indoblegable, volvió a la vida. Seis semanas después de haber recibido la extremaunción en su cama de hospital, participó, para sorpresa de todos, en el Gran Premio de Italia, a pesar de su padecimiento y de las graves y evidentes lesiones en el rostro.

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El protagonista de ese milagro, que fue una muestra de su determinación y coraje, y de la formidable valentía que siempre mostró en las pistas, falleció “en paz” a los 70 años de edad, anunció su familia.

“Con profunda tristeza anunciamos que nuestro querido Niki falleció en paz el lunes 20 de mayo del 2019, rodeado de su familia”, indicaron allegados del expiloto en un correo electrónico enviado a medios austriacos.

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El excorredor, que fue hospitalizado en enero anterior por aproximadamente diez días debido a que sufría de influenza, había recibido un trasplante de pulmón en agosto pasado.

Según el medio austriaco Ö24, Lauda fue hospitalizado en una clínica privada suiza a mediados de mayo para una diálisis debido a un problema en uno de sus riñones, en los que se sometió a trasplantes en 1997 y el 2005. “No hay una causa precisa de la muerte”, declaró a la agencia austriaca APA Walter Klepetko, médico que le realizó el verano pasado un trasplante pulmonar de extrema urgencia, después de haber contraído un virus durante un viaje a Ibiza (España).

“Es el resultado de una larga evolución, al final el paciente se ha ido. Niki Lauda ha peleado. Era un hombre formidable, desde algún tiempo estaba claro que no volveríamos a verle en los circuitos”, añadió el médico.

Los gases tóxicos que inhaló durante su accidente en 1976 habían debilitado para siempre su organismo.

Nacido el 22 de febrero de 1949, en una adinerada familia de industriales en Viena, Nikolaus Andreas Lauda pudo haber seguido los pasos de su padre en una empresa fabricante de papel. En vez de ello, concentró sus talentos de negocios y su determinación en sus sueños de ser piloto de autos.

Lauda ganó el campeonato mundial de pilotos de la F1 en 1975 y 1977 con Ferrari y en 1984 con McLaren.

Sin embargo, la mayoría de la gente lo recuerda por su peor momento. En 1976 sufrió un accidente casi fatal en el Gran Premio de Alemania, en el circuito de Nürburgring. Su monoplaza Ferrari se estrelló contra una barrera y se incendió tras una salida de pista y si Lauda sobrevivió fue gracias a la intervención de otros pilotos, después de pasar casi un minuto en la cabina.

Los que lo socorrieron

El estadounidense Brett Lunger y otros tres corredores detuvieron su marcha para ayudar a Lauda: Harald Ert, Arturo Merzario y Guy Edwards. El norteamericano penetró entre las llamas. El crepitar de los hierros y el ruido lejano de los motores dejaban escuchar los aullidos de dolor del campeón atrapado. El italiano Merzario aportó el detalle que, junto con el arrojo de Lunger, salvó la vida de Lauda: como había estado en Ferrari sabía que los cinturones de seguridad de sus autos se abrían de manera diferente al de las otras escuderías.

Lunger tironeó del cuerpo mientras los otros vaciaron sus extinguidores sobre Lauda. La cara de Niki estaba deshecha. Ensangrentado, en carne viva, la parte superior de la cara parecía construida con cera derretida. El percance le dejó cicatrices de por vida. La gorra de béisbol que Lauda usaba en público para ocultar algunas de las quemaduras se convirtió en parte de su imagen emblemática. (D)