Con cuatro jonrones, dos de ellos de Steve Pearce, y una brillante labor monticular del veterano David Price, los Medias Rojas de Boston, del mánager puertorriqueño Álex Cora, ganaron este domingo su novena Serie Mundial al derrotar 5-1 a los Dodgers en Los Ángeles en el quinto juego (serie por 4-1).

Los de Boston sumaron así su cuarto título de este siglo (2004, 2007, 2013, 2018) y se consagran como el cuadro más condecorado desde el año 2000.

Los Red Sox apenas dieron opciones en casa de sus contrincantes, con un bambinazo de dos rayas desde el primer inning del experimentado Pearce, acompañado por vuelabardas solitarios de Mookie Betts en el sexto y de J.D. Martinez en el séptimo, en una jornada para olvidar del estelar lanzador Clayton Kershaw.

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Pearce volvió a enviarla por encima del muro en el octavo y sentenció a unos angelinos que perdieron su segunda Serie Mundial consecutiva, acuciando una sequía de títulos que dura ya tres décadas.

Con este resultado, Cora cierra un curso de ensueño como piloto de los Medias Rojas, su primero en el banco del equipo, al convertirse en el segundo mánager latinoamericano en ganar el título después del venezolano Ozzie Guillén (2005) y de ser el quinto novato en coronarse en una Serie Mundial, uniéndose a los históricos Bucky Harris (Senadores-1924), Eddie Dyer (Cardenales-1946), Houk (Yankees-1961) y Bob Brenly (Diamondbacks-2001).

Los aficionados llegaron pronto al Dodger Stadium con ganas de ver cómo su escuadra alargaba la serie y les daba motivos para soñar. Solo siete equipos antes habían remontado un 1-3 en contra pero el último ejemplo estaba fresco en sus memorias: en 2016, los Cachorros dieron la vuelta a un 1-3 a favor de los Indios para acabar consagrándose en las Grandes Ligas.

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Así, con estrellas del cine como Matt Damon, Ben Affleck o Bryan Cranston, y de la televisión como Jimmy Kimmel en las gradas, los visitantes no tardaron en mostrar sus cartas, con un hit inicial de Andrew Benintendi a las primeras de cambio y un jonrón de dos carreras acto seguido de Pearce por el jardín central que presagiaba una definición por la vía rápida.

En apenas cinco minutos, los locales ya iban dos por detrás. Cientos de aficionados con camisetas rojas de los Red Sox hicieron vibrar el campo de sus rivales. En un abrir y cerrar de ojos, ponían las primeras piedras de su éxito. De nuevo, a través de su poderosa ofensiva. Otra vez con Kershaw enfrente, como en el segundo juego.

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Sin embargo, David Freese contestó inmediatamente con un vuelacerca solitario para gritar presente. Los Dodgers podían caer pero estaban dispuestos a vender muy cara su piel.

Freese selló un triple en la tercera entrada que dio alas a los suyos durante unos minutos pero los locales se marcharon de vacío.

No así los visitantes en la sexta y la séptima, cuando Betts firmó el primer jonrón de su trayectoria en postemporada y Martinez lo acompañó con otro por el jardín derecho.

El descalabro de Kershaw era total, extendiendo su récord a ocho bambinazos permitidos en juegos de eliminación.

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El mánager Dave Roberts lo vio claro y lo retiró del partido en detrimento del dominicano Pedro Báez. Pero dio igual. Los visitantes estaban encendidos con el madero y también lo castigaron, con un nuevo homer de Pearce para delirio de sus compañeros.

Decenas de aficionados comenzaron a abandonar entonces el estadio. Ya habían sufrido demasiado.

Muchos no vieron por lo tanto cómo Cora retiró a Price después de siete episodios en los que solo permitió un hit tras la primera entrada para un total de tres en el choque. El lanzador se marchó aplaudido, habiendo sido una de las piezas claves en el título de Boston.

El reloj avanzó y las lágrimas corrieron en los dos bandos a la misma velocidad que el champán lo hacía en el campo, con los vencedores celebrando un éxito que ya está en los libros de historia por méritos propios. (D)