Esta es una máxima que quedará incesantemente perennizada y en qué escenario, en el Templo Futbolístico del Niño. ¿Dónde está situado? En la embellecida Ciudad Deportiva, lugar bendecido en sus 17 hectáreas, en sus 15 canchas y con una naturaleza envidiable.

Tal frase está descrita en un mural de 6,20 por 2,10 metros que fue develizado en días pasados, con imágenes de las glorias de nuestro balompié; esa pintura, obra de la creatividad del artista Pablo Agraces, puede admirarse en la sala ejecutiva de la Ciudad Deportiva, todos los días.

Quienes recibieron esa gratitud y honroso homenaje, siendo ellos y para siempre considerados ídolos y admirados por toda la afición ecuatoriana, son: Vicente Lecaro, Luciano Macías, Wacho Muñoz, Moacyr Pinto, Jorge Bolaños, Manolo Ordeñana y Alberto Spencer.

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Se distingue junto a estas glorias la imagen de Carlos Pérez Perasso, visionario personaje del periodismo y creador incondicional de programas en beneficio de la niñez y juventud del país, y como un ejemplo divisó el Interbarrial de Fútbol de Diario EL UNIVERSO en el año 1982.

El acto de develizamiento fue sencillo y glorioso. Asistieron familiares de los homenajeados, superiores del Diario, periodistas y directivos del fútbol que vivaron el digno gesto de la Ciudad Deportiva para quienes se endulzaron con el esférico en un campo de fútbol como verdaderos cracks ante su hinchada.

Sirva este memorable ejemplo a otros organismos deportivos, para que realcen muy merecidamente a tantas otras figuras/cracks de nuestro balompié.

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La grandeza de una institución es saber reconocer los méritos de quienes se distinguen en sus facetas. Hoy la Ciudad Deportiva hace brillar ese axioma universal... (O)