Mitad en broma, mitad en serio, se dice que Islandia tiene once futbolistas; si se lesiona uno, juega con diez, y si son dos los averiados, con nueve. Tan chiquito en población es el país. El técnico es dentista; cuando terminan sus turnos se va a entrenar, y el arquero es director de cine, sale del set y le ataja un penal a Lionel Messi.

Surgido de todo ese entorno amateur, acaba de debutar en una Copa del Mundo empatándole al país de Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Messi. Consiguió un empate histórico que festejan tres: el propio Islandia, Nigeria y Croacia, los que comparten grupo. Es que a Argentina, el candidato a ganar la zona, ya se le cayeron dos unidades de la carreta. Y lo que le viene a la Albiceleste pinta para una sufrida peregrinación.

Si clasifica a octavos, será sudando petróleo. No pudo pasar del puntito frente a los isleños. El 1-1 marca una gran decepción para el fútbol argentino todo, pero no sorprende en absoluto. Sorpresa hubiera sido que desplegara un juego brillante, armónico, profundo.

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La decepción es porque, pese a todas las calamidades institucionales y deportivas que asolaron a esta selección, se trata de Argentina, quíntuple finalista del mundo, vergel de jugadores y técnicos, que tiene a Messi... Y uno quiere creer que, pese a todo, se levantará y andará. Y vencerá a Islandia. Pero no hay magia, hay lógica. Argentina fue un equipo espantoso en la Eliminatoria, que tuvo tres entrenadores en 18 partidos, y siguió siendo muy mediocre después, incluso padeció un catastrófico 6 a 1 ante España a fines de marzo. De ahí que puede decepcionar, mas no sorprender.

Incluso desde el juego, puede decirse que este 1 a 1 en Moscú es un paso adelante del equipo de Sampaoli. Al menos no perdió, dominó casi a voluntad, dispuso de algunas ocasiones (no tantas tampoco) para anotar y ganar, intentó el toque, aunque fue casi siempre inocuo, estéril, frente al muro que levantó Islandia delante de su buen arquero Halldorsson. La estatura, la fuerza y el espíritu de combate islandés fueron una dificultad adicional. Son duros, disciplinados y estaban determinados a resistir.

Lo que preveíamos desde el día del sorteo se cumplió: Islandia era una piedra. Venía de eliminar a Inglaterra en la Eurocopa y de ganar su grupo eliminatorio, dejando segundo a Croacia. Y ahora con el nombre no se gana más.

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Empate histórico de Islandia, sí, hazaña no. El grado de epopeya lo da la categoría del rival, y esta Argentina es sencillamente un equipo malo con Messi. Sampaoli cumplió su primera docena de partidos en el banco; este Mundial es la primera vez que ha dispuesto de veinte días para entrenar a sus dirigidos. Tal vez pueda mejorar como expresión colectiva, lo dudoso es que lo logre durante este Mundial.

Se vio de entrada que Islandia se abroquelaría toda la tarde atrás. Puso dos líneas de cuatro, una estacionada en su área y otra en el borde. Y dos efectivos más presionando adelante. Se veía que iba a ser difícil pasar. Sergio Agüero, en una notable y oportuna media vuelta en el área, despidió un zurdazo matador, como un látigo, que se metió arriba en el arco islandés. Típica acción en que la capacidad individual soluciona la incapacidad colectiva. Golazo que daba tranquilidad. Pero menos de cinco minutos después Islandia se adelantó y llegó a la red también, lo que evidenció que atrás también hace agua la celeste y blanca. Dos veces fallaron el zaguero Marcos Rojo (símbolo de la alarmante escasez de jugadores de calidad en Argentina) y el arquero Willy Caballero, Alfred Finnbogason la metió con el arco vacío.

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En ese preciso instante una bruma de preocupación envolvió a los jugadores argentinos. “¿Y ahora qué…?, estos se cierran atrás y no empatamos más”, parecieron decir. Fue exactamente así. Ya satisfecho, Islandia se atrincheró más y Argentina comenzó a jugar contra dos rivales: Islandia y el reloj. El penal a Maxi Meza era la gran ocasión de superar tan tremendo escollo. Messi lo pateó mal, débil y al medio, como jamás hay que ejecutar.

Leo fue el más lúcido de Argentina, como siempre, sin embargo no tuvo una buena tarde, cien veces intentó tocar o entrar por todos los rincones, pero nunca se le hizo el hueco. Se le fueron dos disparos muy cerca de los palos y terminó fastidiado, desanimado, porque quiere más que nadie ganar un Mundial y ve que nada lo ayuda, todo es tortuoso. Luego hubo otro penal, a Cristian Pavón, quien en los pocos momentos que actuó fue superior a Di María (un caso de espanto pocas veces visto en cualquier selección nacional).

El puntero de Boca desbordó, lo tocaron y cayó, pero a esa altura ya no daba ni para protestar. El problema era el juego del equipo, no el árbitro.

Sampaoli insistió con jugadores que están quemados en la Selección, como Di María, Rojo, Biglia, Banega, el mismo Mascherano, Higuaín… Ninguno le aportó soluciones. El que volvió con ganas, renovado, fue Sergio Agüero, y ratificó su titularidad. También pareció que el arco debía ser de Franco Armani y no de Caballero, quien tuvo dos dudas que costaron el gol de Islandia.

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Todo lo malo que se presagiaba de Argentina se confirmó. Cuando lo esperan muy atrás, no tiene la creatividad para solucionarlo. Porque se adelantan todos y empieza a transportar la pelota Mascherano; entonces se da como un apagón generalizado, no hay una sola luz. Y todos comienzan a tocar, pero siempre hacia atrás, estáticamente y sin cambio de ritmo ni pases filtrados. Nadie, salvo Messi, quiebra una línea. Las estadísticas del juego dicen que Islandia hizo 120 pases y Argentina 720. Ahora bien, ¿cuántos de estos fueron hacia adelante…?

En el siguiente turno, Perú cayó frente a Dinamarca, pero dando una excelente imagen futbolística. No tuvo la jerarquía individual que se necesita para llegar y meterla. Sin embargo, generó situaciones, trianguló, desbordó, mostró desequilibrio. Más de 30.000 argentinos llegados de todo el mundo se fueron cabizbajos, apagados. Los fantasmas siguen estando. Igual, el equipo tuvo buena actitud, busca sacar las cosas adelante y, aunque quedó mal perfilado en el camino, aún puede evolucionar y avanzar a octavos. Es temprano para epitafios.(O)

Todo lo malo que se presagiaba de Argentina se confirmó. Las estadísticas dicen que Islandia hizo 120 pases y Argentina 720. Ahora bien, ¿cuántos de estos fueron hacia adelante…?