Una frase común y universal que escuchamos: “Los dedos de las manos son más que los amigos que se tienen”. Disentimos de ella, porque cuando se encuentran en el vivir diario a personas con alto grado de consideraciones, de comportamiento admirable, responsables a toda luz en sus actividades y prestos a integrar una amistad ejemplar en situaciones normales y adversas, ahí se hace presente y para toda la vida un amigo.

Hoy queremos recordar a incondicionales amigos, cuyas almas reposan en lo alto. Inolvidables en el campo del deporte, como Miguel Roque Salcedo, Víctor Zeballos, Rómulo Viteri, Alberto Spencer, Jorge Bolaños, Chompi Henríquez, Tano Spandre, Juan Moscol, Sigifredo Chuchuca, Pajarito Cantos, 20 mil Solórzano, Alejandro Arroyo, Isabel León, Tnte. Sandoval, Jaime Muñoz, Elías Jácome, Christian Benítez, Carlos Raffo, Fausto Montalván, Abel Jiménez, Chato Mejía, José Yagual y Elmo Cura Suárez.

Y en la cátedra vicentina, Teobaldo Constante, Augusto Solórzano, Manuel Mite Pezo, Agustín Freire Potes, Alberto Riera, Manuel Mestanza, Eduardo Moncayo, Fortunato Muñoz, Carlos Barrezueta, Jaime Roldós, Carlos Montenegro, Gustavo Maridueña, Jorge Falconí, Eduardo Cotrina... que con su amistad sincera iluminaron el concepto amigo, al igual que Carlos Pérez Perasso, Ricardo Pólit y Manuel Mestanza P. en el periodismo.

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Días atrás el Hacedor levantó su mirada y llamó a Bolívar Moyano, un excelso catedrático de aulas que con sus verticales y sabias enseñanzas y con un estilo prominente, educó y formó a millares de alumnos (as) que hoy se rigen por sus normas convincentes e impartidas cuando su oratoria brillaba en sus horas de clase.

A Alfredo Enderica, un máster en la rama de la arquitectura y en el arte como musicólogo, inmerso hasta en su último suspiro en definiciones acordes a su intelectualidad; tan tenaz en su época de profesor y en los cargos públicos que ocupó. Los docentes y compañeros de profesión lo seguirán distinguiendo.

Jamás la patria los olvidará… (O)