El Madrid de Zidane perdió su inmortalidad. Las primeras arrugas del curso le sacaron de la Copa y de las legítimas aspiraciones al triplete. Al Celta le bastaron sus buenas prácticas del Bernabéu y su aplomo para resistir el oleaje de un Madrid con bajas como para levantar un hospital. El equipo de Zidane anduvo largo de bravura y corto de rematadores. Cayó en el centro del ruedo con la boca cerrada, muy en la tradición que ha hecho del club leyenda.