Iban 9 minutos de juego cuando Dimitri Payet le hizo una fea entrada a Cristiano Ronaldo (que Mark Clattenburg dejó sin sanción, cuánto más sin tarjeta) de resultas de la cual el crack quedó lisiado. Su cara fue de susto y dolor desde el principio. Intentó aguantar sobre el campo, primero sin vendar, luego vendado. Pero en el minuto 25 se desplomó definitivamente y se fue en camilla, abatido.

Portugal, la final y todos, perdíamos mucho. Para ese momento, con Francia apretando, la cosa parecía resuelta. Era cuestión de esperar a ver cuándo metería el primer gol a Francia, y cuántos más marcaría después. Pero Portugal se reordenó bien con un 4-5-1 y Francia confirmó que tiene mucha fuerza pero muy poco más. Jugar, lo que se dice jugar, solo juega Antoine Griezmann. Lo demás es apretar, sobre todo Mohamed Sissoko. Pero fútbol, poco. Payet fue de más a menos en el campeonato y toda su contribución se quedó en liquidar a Cristiano.

Cuando Didier Deschamps se decidió a cambiarlo por Kingsley Coman, Francia tuvo sus mejores minutos. Pero Fernando Santos, que sabe latín e informática, volvió a barajar, metió a Moutinho y a Éder y aquel tramo de gran peligro francés se esfumó. El partido acabó en equilibrio y desembocó en la prórroga. A Éder les daban balones. Y los entretenía, los guardaba, los devolvía. Y en una de esas, sin nadie cerca a quien devolver, pugnó con Laurent Koscielny y soltó un tiro raso y colocado que derrotó a Hugo Lloris.

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Luego todo fue administrar los 8 minutos restantes, ante una Francia agotada y sin fe, para finalmente levantar al cielo la Copa. Admirable Portugal que en 90 minutos solo ganó un partido (y dos en prórroga), pero que supo salir de situaciones difíciles. El fútbol también es esto. (O)