Su arribo fue silencioso. No hubo aficionados para recibirlo, no se organizó una rueda de prensa, y ningún directivo llevó una camiseta del club para que el nuevo fichaje sea fotografiado. Tampoco lo sacaron a escondidas del aeropuerto eludiendo a periodistas –como estilan los actuales relacionistas públicos de los equipos nacionales con foráneos que luego fracasan rotundamente–. Y pese a llegar casi en el anonimato, Ángel Luis Liciardi vino para hacer goles en una cantidad de escándalo.