En medio de la tristeza generalizada en Brasil, una mujer encontró motivos para alegrarse: Tereza Borba, la hija adoptiva del exarquero Moacir Barbosa, muerto en 2000 sin el perdón de sus compatriotas por haber encajado el gol de Alcides Ghiggia que selló el triunfo uruguayo por 2-1 en el Maracaná en 1950.














