El amor por la camiseta, esa virtud en desuso

Por Ricardo Vasconcellos R. rvasco42@hotmail.com Lo dijo sin ruborizarse porque hace muchos años que perdió la vergüenza: “¡Qué amor por la divisa; eso no existe. Ahora lo que importa son los billetes. Necesitamos jugadores que ganen buenos dólares. Eso es todo!”. El dirigente multimillonario que le pagaba sonrió, pero apagó la TV y se dijo en voz baja: “Este tipo se pasa; eso no es lo que le pedí que diga”.El viejo fanático futbolero que escuchaba el programa hizo lo mismo, irritado. “No sabe lo que habla. Nunca vio a los jugadores de antes”, comentó entre dientes mientras buscaba un té de manzanilla que lo apaciguara.Y recordó que días antes un suelto de prensa informaba de la presentación en Buenos Aires de un libro titulado El amor por la camiseta, escrito por Néstor Vicente, presidente de Huracán, para glorificar la trayectoria de un futbolista ejemplar: Herminio Masantonio, goleador entre 1931 y 1945, un prodigio de entrega, calidad y fervor.¿Cuándo se perdió aquello del amor por la camiseta, pasión por la divisa, entrega a la defensa del equipo, expresiones que se usaban antes para simbolizar el afecto y sentimiento que muchas veces desborda la piel?El exagerado mercantilismo que ha invadido el deporte en general, y el fútbol en especial–pensó–, ha tornado el honor de representar a un club, o a la selección nacional, en un mero acto de mercado. Tanto me pagas (en el caso del fútbol son millones de dólares), tanto es lo que voy a rendir en el campo de juego. Pero hay excepciones.Algunos de los que firman transferencias millonarias suelen dejar el alma en cada compromiso con el mismo tesón y ánimo fervoroso que ponían cuando jugaban por el equipo del barrio. Messi, Xavi, Iniesta, Piqué, son un ejemplo válido. El amor a los colores –se dijo a sí mismo el viejo hincha– no es otra cosa que la devoción por el club y la emoción del sacrificio por conseguir la victoria.El viaje hacia el pasado fue inevitable. “Yo quisiera contarle a ese sujeto de la radio y la televisión que en 1949 el inolvidable Cholo Chuchuca por poco pierde la vida al pescar una pulmonía por jugar agripado un Clásico del Astillero. Y que el mismo día en que se casó fueron a verlo para que actuara en otro Clásico y dejó a su esposa y a los invitados esperando hasta regresar del estadio Capwell”.Y eso que era el más grande ídolo de nuestro fútbol en toda la historia. “Un nombre que fue símbolo de gloria; un nombre criollo, bandera de una institución deportiva. Porque antes de gritar Barcelona se gritó “¡Chuchuca! ¡Chuchuca!”. Cholo hecho de mangle y picardía, de audacia y oportunismo. Sus goles se cuentan por decenas, los aplausos por millones.“La gente iba a ver a Sigifredo Chuchuca, luego fue a ver a Barcelona”, dijo Ricardo Chacón en agosto de 1962.Las meditaciones del viejo aficionado fueron más allá. Chuchuca nunca ganó más de seiscientos sucres mensuales (unos treinta y cinco dólares de la época) y debía contar con un trabajo aparte para sostener su familia. Y lo mismo para el Pájaro Cantos, el Pibe Sánchez, Jorge Cantos, Fausto Montalván, Galo Solís, Juan Benítez y todos los que forjaron la idolatría de Barcelona. Lo mismo para los jugadores de Emelec, Everest, Norteamérica; para todos los de antes.Leyó en la prensa que los futbolistas de Barcelona eran acusados de “falta de compromiso” con el club. “Estos que ganan en un mes más de lo que Chuchuca en sus doce años en el club, no se sienten comprometidos porque para ellos la chequera es más grande que el corazón”, comentó para sí mismo. Y le vino a la memoria que en otra oportunidad el mismo sujeto de la radio opinó que los cracks de antes no podrían jugar en el fútbol de hoy. “Es cierto, reflexionó, porque el público del Capwell o del Modelo no habrían permitido su displicencia. Los habría echado a naranjazos.Los de antes tenían alma, actitud, técnica, clase y amor por los colores. Los de hoy tienen mucho dinero, pero no les importa el club, salvo pocos. No conocen la historia, por eso no respetan la divisa que les paga y los sacó del anonimato y la pobreza. “Hay que enseñarles lo que cada club significa en la entraña popular para que entiendan lo que es el compromiso y conecten la chequera con el corazón”.

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