He presenciado a través de los medios la carencia de cortesía o al menos de cierta humildad o tino por parte de personajes públicos en sus declaraciones a la prensa, al momento de referirse de otras personas. Como peleadores, quizás por vender mejor un combate, se burlan, fustigan e ironizan al hablar de sus rivales; estos demuestran que al parecer en la vida se debe despedazar o acabar con el rival. Lo más desagradable es que esta conducta es reverenciada por la gente como un ejemplo a seguir. Ya en la calle me he topado con vigilantes de tránsito que se ríen de las personas al extenderles una citación; tinterillos que se mofan y hacen escarnio de sus demandados en sus propios rostros; funcionarios públicos a los que no se puede reclamar, abusando de su posición amenazan con no atender y dejar en punto suspensivo un trámite burocrático espetando en la cara del usuario el poder hacerlo. Incluso hombres que supuestamente gozan de la sabiduría que otorga la edad, son tajantes e irónicamente ofensivos para con quien difiere o tan solo emite una posición que no es del agrado de ellos. Vivimos un tiempo donde la cortesía o al menos la humanidad no es un valor a practicarse, sino simplemente la arrogancia y la superioridad que un membrete o una posición otorga.

Rechazo y deploro esta conducta y francamente me causan menos que lástima estos pobres seres, sean quienes sean, creyendo que la vida es un combate constante, una guerra de supervivencia, donde el más vivo, el más sabroso, el más prepotente campea.

Publicidad

Roberto Francisco Castro Vizueta,
abogado, Guayaquil