Testimonio | Aparicio Omar Reina Zambrano *

Yo tengo como 25 años cuidando carros. Cuando fue la corriente de El Niño del 82, yo ya estaba aquí. En la avenida Machala y Quisquís, entre tanto carro que va y que viene, la gente me saluda alegre, con una sonrisa. Bueno, no sé si es por mí o por mi vestuario... Es que nunca se ha visto un cuidador de carros vestido de marino.

Siempre quise ser marino. Entrando al cuartel de la Marina, el señor me preguntó por qué quería ser marino. Porque todos están de blanquito y eso me gusta a mí, le respondí. Entonces te quedarás aquí y vas a ser un suboficial, me dijo. Yo estaba alegre. Al rato me desperté y dije he tenido un lindo sueño, ojalá que se me dé la oportunidad. Tenía unos 20 años y brincaba como pelolita, emocionado. Pero pasa que en esos tiempos los padres eran despreocupados, muchas veces ni le enseñaban a leer a uno. Y este hombre, que tenía una fortuna que Dios le había dado, no me ayudó. Yo le decía a mi mami: dígale a mi papi que me ayude, pero con mi papá no había ni cómo conversar.

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También soy guardián de la librería de esta esquina. Trabajo de lunes a viernes, hasta las 6 de la tarde. Desde hace unos quince años uso el uniforme de marino. Primero sin las palas, porque sé que es prohibido, pero ya los marinos han probado mi honradez, en todo lugar, en todo tiempo y a toda hora. Los días jueves me toca el uniforme caqui; los otros días ando de blanco; tengo varios porque me los regalan.

Los marinos me ayudan y yo les deseo lo mejor. Cuando caí enfermo me fui allá, a la Marina, para que me ayudaran, y cuando llegué me dijo una señorita: pasé nomás que lo conocemos, aquí lo tenemos en el periódico. Me pusieron médicos y enfermeras, me dieron los primeros auxilios, y como yo estoy en el camino del Señor, Él me sanó.

Me gusta viajar, me voy a Bahía, a San Isidro, Manta, allá tengo familia y ellos me reciben. Me voy a mi terreno a recordarme de los árboles de mango donde yo nací. No me da vergüenza decir que nací en el campo, en Charapotó, provincia de Manabí. Cuando ya fui grandecito mi mami me dijo: Mira, ahí debajo de esos dos palos de mango naciste tú. Esos mangos estaban cargaditos, amarillita la fruta, era como una cuna de oro.

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Antes de venir a Guayaquil me fui a Esmeraldas, Río Verde, Chontaduro y varias partes de la Sierra. Me conozco más de medio Ecuador, porque siempre me ha gustado andar por todos lados, conocer cómo es la gente, cómo conversa, cómo vive, por eso mis amigos me dicen que soy avispado. Les digo, avispado y medio soy yo.

Y cuando vine a Guayaquil me quedé aquí porque me gustó esta ciudad, y ahora está más bonita.

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Soy vigilante autorizado por la autoridad. Aquí vino el alcalde Jaime Nebot y me entrevistó. Dijo: A este hombre nadie me lo mueve de aquí, porque es un placer verlo, un lujo para la ciudad.

La gente me viene a ver con sus cámaras, se toman fotos conmigo, me hacen videos. ¿Y no es marino?, me preguntan. Yo les digo: No. Se llevan las fotos hasta el exterior para mostrarlas y que vean cómo cuido los carros, con qué elegancia. Esto no se ve en otro lado, dicen.

* 67 años.