A las 08:00 José Acosta sale de su casa en la avenida Las Aguas y recorre las calles del norte con su bicicleta negra y el anaquel de vidrio donde mantiene calientes los pasteles horneados de carne, pollo y chorizo, hasta llegar a su lugar de trabajo desde hace 15 años, la calle del Hipermarket que queda frente al centro comercial Albán Borja.

José es trigueño, tiene 48 años, de estatura mediana y cabello negro. Su rostro y su mirada reflejan una ligera tristeza y el cansancio de trabajar doce horas por día, unos bajo el abrumador sol y otros empapado por las lluvias de la época invernal.

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Él es padre de Fernando, de 12 años, y Fátima, de 10. Se separó de su esposa hace trece años y desde entonces mantiene a sus hijos con los 15 dólares semanales que produce. “Pero en una semana en la que haya sido buena la venta”, aclara. En las semanas de poco movimiento consigue entre $ 5 y $ 6.

Para cubrir los gastos de su casa y la escuela de sus hijos, además de vender pasteles, prepara y vende huevos de codorniz.

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Su jornada de trabajo empieza a las 05:00. Se levanta a cocinar ya sean los huevos de codorniz o los pasteles, que le toman dos horas de preparación. Luego pela los huevos y equipa su bicicleta con los pasteles o su carreta con los huevos y sale a trabajar.

Hace 2.000 huevos por día y recorre las calles de Urdesa junto a su hermano, Naví Acosta, hasta que se vendan todos. “Voy con él para cuidarnos de los municipales, uno vende y el otro está atento y vendemos juntos porque ya me quitaron una vez mi primer carrito”, dice José sin acordarse la fecha exacta de este suceso.

El recorrido dura hasta que se vendan todos los huevos, “a veces me quedo afuera de los colegios como Las Mercedarias o el 28 de Mayo para buscar unos minutos de sombra y poderles vender a los estudiantes”, cuenta.

Almuerza en cualquier lugar donde vendan máximo a $ 2 y regresa a la casa a las 20:00 a cenar, bañarse y descansar. “A veces a pesar del cansancio y el dolor de piernas mis hijas me esperan para que las lleve a tomar un yogur, y eso depende si el día ha sido bueno”, cuenta José refiriéndose al dinero diario que haga.

Trabaja todos los días, incluidos los fines de semana, de 08:30 a 20:00. Aunque los domingos trata de desocuparse a las 17:00 para estar un tiempo con sus hijas.

“El sol es agotador”, dice mientras aparecen las gotas de sudor en la cabeza y frente, “pero si no trabajo quién va a mantener a mis hijos, trabajar para mí no es una opción, es una necesidad”.

La dedicación con la que trabaja se ve reflejada en la agilidad con la que atiende a sus clientes. Él coge los pasteles con una funda, los abre con una cuchara y les pone la salsa criolla de tomate y cebolla que él mismo prepara; además, en los extremos del volante de la bicicleta están dos colas y vasos plásticos amarrados de la bocina ya que ofrece también bebidas.

El espacio que le queda para sentarse es mínimo y a pesar de la estrechez e incomodidad todos los días sigue la misma rutina.

Durante su jornada de trabajo las hijas se quedan al cuidado de su abuela, madre de José. “Nunca los mando a trabajar, ellos no están para eso, solo van a la escuela y cuando no llego muy cansado vemos televisión juntos. Yo no descanso ni un día pero en mis ratos libres veo la novela de la noche en canal 8”.

Este vendedor de pasteles antes era maestro de construcción en la Penitenciaría, hacía mezclas de los materiales para la obra y ganaba unos $ 20 por semana. “El negocio quebró hace 20 años y me quedé sin trabajo; por eso empecé a hacer de todo para salir adelante”.

Además de vender huevos de codorniz y pasteles, también lo ha hecho con chicles, caramelos, vasos de cola, cigarrillos; “lo que sea que genere algo de dinero”.

Él es maestro pintor de profesión, y cuando le queda tiempo libre de sus otros trabajos, por ejemplo, los fines de semana en la tarde, pinta casas cuando lo llaman al 096-970-5737 y le ofrecen un trabajo de mano de obra.

“A mí me gusta camellar (trabajar), así que hago lo que sea necesario para poder vivir”, concluye.

Dicen de él

“Somos amigos hace quince años y en todo este tiempo él ha demostrado ser buena persona, le gusta ayudar a la gente y es muy trabajador”.
ROBERTO CALDERÓN, vendedor amigo de José