AGENCIAS
CIUDAD DEL VATICANO.- La renuncia del papa Benedicto XVI deja grandes desafíos y una delicada herencia para quien llegue a ocupar su lugar como máximo rector de la Iglesia católica, debilitada en las últimas décadas por los casos de pederastia denunciados contra clérigos, la controvertida gestión del banco de la Iglesia católica, la difícil relación con el Islam, y limpiar la imagen del catolicismo para recuperar la fe de los creyentes.

Joseph Ratzinger, prestigioso teólogo alemán, que adoptó el nombre de Benedicto XVI tras asumir el papado en el 2005 en reemplazo del carismático Juan Pablo II, deja pendiente la meta que él mismo se trazó, de unificar la Iglesia (1.300 millones de fieles con los mayores incrementos registrados en África y América Latina, según las estadísticas del Vaticano), construir relaciones con otras religiones y restaurar la influencia del catolicismo en el grueso de la sociedad, señalan analistas.

Los abusos sexuales ligados a la pedofilia son seguramente el asunto más grave. Benedicto XVI llegó en el 2005 al Vaticano con el deseo de apartar a todos los encubridores de abusos sexuales dentro de la Iglesia, pero no lo logró. Los escándalos de curas pederastas hicieron del 2010 un annus horribilis para el papa, que se vio salpicado al ser acusado por asociaciones de víctimas de encubrir algunos de esos casos al no actuar, pese a tener conocimiento de ello como lo reveló en una carta en el 2010.

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La Iglesia sigue recibiendo denuncias de abusos cometidos por curas, sobre todo en las décadas del 60, 70 y 80, que ahora aguardan al nuevo papa.

Analistas señalan que es necesario que el siguiente representante de San Pedro llegue y reconozca la responsabilidad y el encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y pida reparar el daño moral a las víctimas, además de que se someta a la justicia civil y a la pena canónica a los culpables.

La Iglesia también ha enfrentado en los últimos años una ola de protestas. En numerosos países occidentales, entre ellos Austria, Alemania, Francia y Estados Unidos, en las organizaciones de base, en las que participan religiosos y misioneros católicos, solicitan mayor democracia. Sugieren que se reforme el papado y se permita la ordenación de mujeres y hasta el matrimonio para los curas.

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Estas demandas ponen de cara al nuevo papa a que escuche a su feligresía y se muestre sensible a los signos de los tiempos, señala Católicas por el Derecho a Decidir, una ONG que también manifiesta que considera que hay otra manera de ser Iglesia, “tomando en cuenta el sentir de la feligresía e inspirada en el mensaje de Jesús”. Dicen que con la salida de Benedicto XVI aspiran a que se dé un cambio que permita una reestructuración profunda que atienda el sentir de millones de católicos.

Algunos teólogos han llegado a tildar de “cisma silencioso” el proceso de modernización que exigen algunos sectores. Entre los pedidos más urgentes está que se autorice la comunión a los divorciados que se vuelven a casar. Un impedimento que ha alejado de la Iglesia a muchos creyentes.

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Otro problema es la caída de las vocaciones, especialmente en Europa y que en países como España registra el 24% desde el 2005. Algunos clérigos lo atribuyen al descrédito y malas acciones que ponen en duda decidirse por vestir un atuendo clerical.

Otro frente pendiente son las finanzas de la Iglesia. Benedicto XVI lanzó una campaña a favor de la transparencia y contra el blanqueo de dinero a través del banco del Vaticano, el célebre IOR. El despido fulminante en el 2012 del presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), Ettore Gotti Tedeschi, nombrado para intentar limpiar la banca de la Santa Sede, fue interpretado como un fracaso en la batalla por la transparencia.

La corrupción afecta a algunas congregaciones y diócesis, sobre todo en África, y las cuentas del Estado del Vaticano están en rojo, debido a la crisis que afecta al sistema financiero mundial. La Santa Sede registró pérdidas por $ 19 millones en el 2011, según su último informe anual, por la tendencia negativa de los mercados financieros globales, que han hecho que resulte imposible alcanzar los objetivos marcados en el presupuesto, reseñó un comunicado de prensa que el Vaticano hizo público en el verano del 2012.

Benedicto XVI tampoco logró la reintegración de los ultraconservadores del movimiento lefebvrista, que no aceptan los cambios de la Iglesia, aprobados durante el Concilio Vaticano II.

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Pese a los esfuerzos del papa, la negociación está en un punto muerto. Los lefebvristas volvieron a decir que no a la mano tendida por el papa para su inserción en la Iglesia.

La reforma de la curia es otro de los fracasos que Joseph Ratzinger, prestigioso teólogo, pero poco versado en asuntos administrativos, le heredará al nuevo pontífice. La Curia Romana, el órgano de gobierno de la Iglesia, se moderniza lento. La filtración de un centenar de documentos confidenciales e internos por parte del exmayordomo del papa, Paolo Gabriele, el llamado escándalo de Vatileaks, a inicios del 2012, reveló las intrigas y luchas internas por el poder. Fue uno de los mayores escándalos de su pontificado e incluso se llegó a cuestionar su liderazgo.

Intrigas que deberá enfrentar o pasar por alto el próximo pontífice y que, según el diario italiano Corriere della Sera, forzaron el sacrificio extremo de Benedicto XVI de renunciar. Según el rotativo, se marcha tras no haber logrado cambiar a la curia vaticana, “derrotado por un aparato considerado demasiado incrustado en el poder como para ser reformado”.

Otro legado del actual papa son las relaciones con las autoridades religiosas musulmanas que pasaron por un momento delicado en el 2005, cuando asumió. En el 2006 impartió en la Universidad de Ratisbona, en Alemania, una plática en la que comparó fe y violencia, desatando la ira de muchos líderes y clérigos musulmanes contra la Santa Sede. Mientras, las relaciones con los judíos mejoraron mucho después de la histórica visita a Jerusalén en el 2009 y las continuas condenas públicas al antisemitismo.

Entre las preocupaciones que el futuro papa deberá enfrentar figuran las persecuciones que sufren los cristianos en el mundo, en particular en África.

También están la eutanasia, aborto y el matrimonio gay, que fueron para el papa alemán “graves amenazas” para la paz. Tras el anuncio del pontífice de que renunciará el 28 de febrero, los miembros del grupo estadounidense de católicos homosexuales DignityUSA pidieron al futuro papa que esté abierto a “un verdadero diálogo” con la comunidad de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, que dicen pertenecen a la Iglesia.

Analistas consultados por el diario español El País creen que es el momento para un proceso de reestructuración de la Iglesia, en el que el próximo papa debería llamar a un nuevo concilio para debatir los retos por afrontar en el futuro.

En tanto, el profesor de Filosofía e Historia, Hernán Olano, dijo a El País que “el Concilio II que se realizó hace ya cincuenta años llegó adelantado a su época, por lo que aún se encuentra vigente”, y que un nuevo congreso de obispos no se debe considerar hasta el 2025.

Otra de las tareas pendientes será crear una conexión emocional con sus fieles, que no logró Benedicto XVI, con miras a recuperar el protagonismo que sí tuvo Juan Pablo II. “El nuevo papa debe preocuparse porque su modelo de transmisión del mensaje sea más atractivo y efectivo”, señaló el doctor en teología Diego Agudelo.

“(Renunciar) ha sido muy difícil, pero necesario para la Iglesia”, le dijo ayer Benedicto XVI al presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, en una de sus últimas audiencias. Mientras el Vaticano planteó adelantar el cónclave para designar al nuevo papa para antes del 15 de marzo si hay suficientes cardenales en Roma para elegirlo.