El campo costeño huele a humedad. La tierra se abre y recibe las semillas que, en algunos casos, empiezan a brotar como hojitas temblorosas. Es la época de lluvias, de siembra y el agro irradia esperanza y optimismo. Es un optimismo fuerte que derrota los problemas que año a año se han vuelto cotidianos, como falta de créditos, de caminos, de apoyo estatal. Ahora se suma la escasa mano de obra.
En zonas agrícolas de los cantones Babahoyo, Puebloviejo, Ventanas, Mocache y Quevedo, en Los Ríos, y en Jujan, Balzar, Palestina, Santa Lucía, Salitre y otros, de Guayas, todas las mañanas de estos días se ve a grupos de labriegos en plena siembra, especialmente de maíz, soya y arroz. Igual sucede en Manabí. Son de tres a diez personas, en algunos casos hay adolescentes y ancianos.
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Medardo De la Cruz dirige, la mañana del jueves 10 de enero, a un grupo de cinco sembradores de maíz, en una parte de su terreno de 70 hectáreas ubicado en el recinto La Guaija, del cantón Ventanas (Los Ríos). Él señala uno de los problemas que actualmente va agudizándose: la falta de trabajadores.
“Antes tenía hasta 30 personas, pero ahora no hay quién trabaje, hay pocos jornaleros porque la gente sale para los pueblos, para las grandes ciudades”, refiere el agricultor, quien paga $ 12 por día a quien con una estaca hace huecos donde se deposita la semilla y $ 10 a quien siembra. Es el valor generalizado en el agro por la jornada laboral, de 07:00 a 11:00.
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El mismo inconveniente dicen tener Dalila Muñoz, del recinto La Delia, parroquia Pimocha, de Babahoyo, así como Raúl Nicola, de Puerto Pechiche, en Ventanas. Este último debe salir a las 05:00 hasta el centro de ese cantón, a un sector donde se concentran jornaleros que antes eran campesinos. Un grupo de ocho personas, que incluye a tres adolescentes y dos adultos mayores, forman parte de los contratados por el maicero Nicola.
La migración a la ciudad se siente en los campos en esta época. Nicola y De la Cruz dicen que eso se da porque no siempre hay trabajo en el agro. Por ejemplo, la siembra dura máximo un mes y medio. Luego hay desocupación.
“Hay que buscar dónde emplearse y en las ciudades es más fácil”, afirma el jornalero Hermen Guzmán, oriundo de una zona rural de Los Ríos, pero que hoy pasa en Ventanas.
En la siembra de maíz, la opción es alquilar maquinaria, que se consigue a $ 50 por cada cuadra sembrada. Incluso es más barata que el pago de jornaleros, pues entre seis personas siembran una cuadra por jornada. No obstante, la maquinaria solo trabaja en terrenos preferentemente planos.
Pero la falta de trabajadores se soluciona, así como se soluciona la falta de financiamiento. Sembrar y mantener una cuadra (82 m por lado) de maíz requiere una inversión de $ 700. En este rubro entran los $ 220 a $ 250 que cuesta el saco de semilla de 22,5 kilos o 60 mil pepas, que cubre una cuadra. Además, los fertilizantes, químicos matamalezas, la urea, el jornal. Si la cosecha es buena, esa cuadra producirá 100 quintales, que se venderían en $ 1.600.
Hay varias formas de financiamiento. Tener ahorros, lo primero. Si no, acceder a créditos de Pronaca, Agripac o Ecuaquímica, empresas que compran el maíz a quienes están registrados y les proporcionan semillas e insumos para descontar con la cosecha. Los pequeños productores, sobre todo, acuden a los comerciantes, que también dan semillas e insumos a crédito, pero a precios altos.
Como última opción citan los agricultores, como Carlos Arboleda, de La Templanza, los créditos del Banco de Fomento o entidades privadas.
Si el invierno sigue normal como ahora, según labriegos de Los Ríos y Guayas, la aspiración es que cuando salga la cosecha no haya problemas de comercialización, como el año pasado, cuando la sobreproducción no pudo ser adquirida por la Unidad Nacional de Almacenamiento, del Estado, las empresas privadas y comerciantes.
Henry Peña, dirigente de los maiceros ecuatorianos, señala que si se cumple el decreto que regula la importación de maíz y permite el ingreso del producto foráneo solo hasta febrero, no se presentarían problemas de comercialización. El año pasado entró maíz hasta abril y eso provocó sobreoferta. “Está todo acordado, ojalá no falle nada”, explica el directivo.
Existe otro escenario, el de los campesinos que tienen sus tierras lejos de las carreteras principales y que en invierno deben moverse por el fango, en acémilas o a pie. Es el caso de la familia Figueroa Triviño, del recinto Conguillo, en el noroeste de Balzar, en Guayas, que está a una hora y media a caballo de la carretera Balzar-El Empalme.
Entre jueves y viernes llevan ocho sacos de semilla y diez de fertilizantes. La inversión es mayor, en su caso, pues deben pagar $ 10 por viaje, de alquiler de acémilas y caballos para llevar semillas e insumos.
“Estamos fregados, los caminos son malos y nadie arregla. Cuando sale la cosecha, debemos esperar al verano para que entren los carros y poder vender. Pero hay que seguir”, dice Asisclo Figueroa, con optimismo, el que tienen los miles de labriegos costeños.