Carlos Miguel Pino Kalil
Guayaquil.- Nos despedimos del año que terminó y le damos la bienvenida al que empieza.

En un año pueden pasar muchas cosas buenas como malas. Las malas tienden a un efecto más fuerte en las personas, marcándolas y haciéndose difíciles de olvidar. Las buenas pasan muy rápido sin darnos cuenta; momentos que a veces son tan efímeros que no alcanzamos a saborearlos.

Sin embargo, son esos los recuerdos que tenemos que inmortalizar en nuestra memoria porque funcionan como gasolina en nuestro espíritu y son el secreto de la vida eterna.

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El final de un año determina el fin del mismo. Por ende, es apropiado enterrar lo malo y resaltar lo bueno. Si después de todo lo malo que pudo pasar durante el 2012, aún vivimos para contarlo, entonces lo malo no nos venció, solo nos hizo más fuertes.

Lo bueno es todo lo que vale la pena recordar, son esos momentos que nos regalaron un sinnúmero de sonrisas que ni el dinero pudo comprar.

Carlos Miguel Pino Kalil,
Guayaquil