Escuchaba un programa de radio en el que cualquier persona llama por teléfono para exponer su criterio sobre diferentes puntos, en especial temas políticos; me llamaron la atención dos participantes, uno habló del alcalde, que ha hecho daño a esta ciudad, luego otro señor de 75 años de edad, enojado por lo que había escuchado relató lo siguiente:

“Había una luciérnaga que todas las noches pasaba por un lago donde vivía un sapo; el lago con el tiempo se secó hasta quedar en lodo. El sapo, una noche cuando vio que la luciérnaga pasaba por su lado, le arrojó lodo y la ensució; la luciérnaga le preguntó por qué lo hacía y el sapo le respondió que por envidia, porque no podía brillar como ella”.

Yo vivo hace más de 50 años en esta hermosa urbe, soy de Quevedo, provincia de Los Ríos, y estoy agradecido de Guayaquil. Como el sapo, hay gente con envidia y no aprecia lo bueno que hacen ciertos personajes de turno por el bienestar nuestro, así como por esta ciudad que si no fuera por el alcalde Jaime Nebot, sería un caos. Y si hay personas que no están de acuerdo con la forma de vida en Guayaquil, busquen su lugar de origen y punto, porque en esta urbe más de la mitad de habitantes no son guayaquileños; esa es la razón por la que unos no valoran lo que esta ciudad y su actual administración hace por propios y extraños; en otras palabras, la envidia los mata a unos.

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Carlos A. Villegas L.,
Guayaquil