En julio pasado, Ginger Pallaroso, madre de familia que habita en la calle 19 y Domingo Savio, no tenía conocimiento de panificación. Ella nunca había tocado una masa de harina, afirma, pero se animó a tomar un taller para aprender el oficio de panadero. Ayer, orgullosa, ofrecía al público unos bocaditos de dulce, conocidos popularmente como orejas, suspiros, caracoles y quesadillas.