La Florida, un activo y popular sector del norte de la ciudad

“Habla varón, no seas tacañón llévate un buen colchón”, “Yo pongo la cama, usted la plata”, voceaban unos vendedores de los almacenes de muebles ubicados en la acera de la av. Eduardo Solá Franco, conocida como la entrada a La Florida.El ruido de las bocinas de los buses y los gritos de dos vendedoras de frutas que dicen: “A dólar las cinco manzanas” acompañaban el rápido andar de los moradores del sector de La Florida.En medio del apresurado caminar de la gente aparece José Saltos, en el sector es conocido como el Abuelo. Este hombre, de 70 años, vende caramelos afuera de una farmacia.“Hay de todo precio, de 5 y 10 centavos, todo barato”, dijo el adulto mayor que todos los días, a las 15:00, se ubica en la misma esquina. En días favorables obtiene hasta $ 5 en ganancias.Al Abuelo lo acompaña su panita (como él la llama) Mariana de Jesús, una vendedora de cola en vaso que desde hace diez años ha comercializado en ese sector diversos productos como pilas, controles remoto, antenas y otros.Es una guayaca, madre de familia y sustento de su hogar, siempre está atenta a cualquier acontecimiento en el sector. “Ando pilas para que los metropolitanos no se me lleven mis colitas”. A ratos miraba en todas direcciones para constatar que policías metropolitanos no estuviesen cerca de la zona.Algunos vendedores que se ubican en el sitio aún no están legalizados, por lo que casi todo el tiempo temen ser desalojados sorpresivamente por el Municipio.A un par de metros, sobre una moto estaban dos policías que resguardaban el lugar de posibles maleantes. en ocasiones se sacaban las gafas para observar a las chicas que transitaban por la zona.La avenida Eduardo Solá Franco desde hace unos 5 años alcanzó un importante desarrollo comercial por ser la vía de ingreso a diversos sectores populares. Algunos moradores la llaman ‘Bahía chiquita’. Allí venden electrodomésticos, muebles, ropa, zapatos, lencería. Incluso se encuentra a los vendedores de comida en carrito, mejor conocidos como los agachaditos.Ubaldo Yépez, de 52 años, realiza fletes en el sector hace 10. En las mañanas él es empleado privado, pero a partir de las 16:00 hace sus cachuelitos. “Hay que aprovechar que aquí hay bastante comercio, así saco algo, un dinero extra”, dijo el hombre antes de hacer una carrera a la entrada de la 8.La venta de ropa íntima es uno de los negocios que tienen mayor acogida en el lugar. A los comerciantes ya no les asombra ver a las mujeres probarse un sostén encima de la blusa.Vestidos, blusas, pantalones en diversos modelos, zapatos deportivos o casuales se pueden encontrar desde $ 3.Los comerciantes aceptan hacer rebajas a las personas que llevan varios accesorios. “El par le sale barato”, “ofrezca nomás”, “yo no me enojo”, son algunas de las frases que los vendedores dicen para atraer a los clientes.En el centro de la concurrida avenida hay un parque. Allí se observa a niños, jóvenes y adultos. Parejas de enamorados caminan tomadas de la mano, se abrazan y otras se dan besos en las mejillas.Cerca de los juegos infantiles unos colegiales conversan sobre el último éxito musical de Farruco (cantante portorriqueño de reggaetón que está de moda). Chicas comentaban que ya sabían toda la coreografía.En el mismo parque, unos más metros adelante, varios hombres de entre 45 y 50 años lanzaban piropos a las jóvenes que por allí pasaban. “Que traigan paraguas porque están lloviendo angelitos”, decía uno de ellos mientras hacía la venia con el sombrero.María Cayambe, conocida como la Señora de las Tripitas, tiene su negocio en una esquina de la av. Solá Franco. Vende porciones de tripa misqui y verde asado desde $ 0,25. Una extensa clientela todas las tardes se instala a saborear los productos.Al caer la tarde, a las 19:00, Pedro Merchán el Manaba, un manabita radicado 20 años en Guayaquil, cierra su comercio de queso criollo y masa para empanadas. A las 22:00 el sitio se torna callado y silencioso.

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