Pocos conocen que el Libertador Simón Bolívar procuraba separarse de su amable loca, Manuelita, a la que los historiadores llaman el gran amor y pasión del caraqueño. Leamos esta confesión:
“En cuanto a la amable loca, ¿qué quiere que yo le diga a usted? Usted la conoce de tiempo atrás. Yo he procurado separarme de ella, pero no se puede nada contra una resistencia como la suya; sin embargo, luego de que pase este suceso, pienso hacer el más determinado esfuerzo por hacerla marchar a su país o adondequiera. Mas diré que no se ha metido nunca sino en rogar, mas no ha sido oída sino en el asunto del C. Alvarado. Cuya historia no me da confianza en su fidelidad”. (Carta dirigida al general José María Córdova. Bogotá, julio de 1828).
A pesar de que Bolívar le decía a Córdova, al último de la carta, que la rompiera porque no quería que quedara existente “este miserable documento de miseria y tontería”, no sucedió así, pues quedó para la historia. En verdad, Córdova había escrito a Bolívar quejándose de la conducta de Manuela por un episodio desagradable: colocaron de espaldas contra una de las paredes de la quinta de el Libertador en Bogotá, un muñeco de trapo con un letrero que decía: “Francisco de Paula Santander muere por traidor”. Un fraile se acercó a la figura y fingió prestarle los auxilios sacramentales que se acostumbraba dar a los que iban a ser ajusticiados, luego, un pelotón del batallón Granaderos disparó sus rifles en medio de las risas de unos invitados. Un sargento de apellido Quevedo se opuso a la broma, pero fue arrestado; ¡locuras de Manuela!
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César Burgos Flor,
Guayaquil